TERREMOTO:
Quienes son menores de 40 años no tienen memoria de lo
que ocurrió en Guatemala el 4 de Febrero de 1,976 cuando unos instantes después
de que los relojes marcaran las 3.30 horas de una madrugada fría como pocas,
las placas tectónicas de la denominada “falla del Motagua” hicieron que todo el
país se cimbrara con lo que ocurrió una de las más grandes tragedias anotada
por historiadores y testigos nacionales y extranjeros; alrededor de 23,000
personas muertas, más de 75,000 resultaron heridas, más de un millón de
personas se quedaron sin su vivienda; los daños en las vías de comunicación
fueron enormes y fue difícil restaurar los servicios básicos como el agua y la
energía eléctrica en muchas regiones del País.
A cambio de la terrible destrucción sufrida por este
terremoto de 7.5 grados de magnitud en la escala de Richter en Departamentos
tales como Guatemala, El Progreso, Chimaltenango, Sacatepequez y otros, en
Huehuetenango fueron mínimos los daños.
Esa madrugada, luego de encaminar a nuestras familias al
Hipódromo Municipal en dondce se congregaron cientos de Huehuetecos, hicimos un
recorrido por muchas calles y avenidas de la ciudad con don Paco Gordillo, que
a la sazón desempeñaba el cargo de Secretario de la Gobernación Departamental,
para realizar una evaluación nada profesional de los daños ocurridos; era cosa
de ver nada más y pudimos darnos cuenta que no había nada lamentable.
No había energía eléctrica pero momentos después
principió a transmitir una estación de radio ubicada en la capital de la
República y con cobertura nacional que difundió las informaciones de primera
mano sobre la tragedia; solo así pudimos estar enterados de la magnitud del
terremoto; horas después, emisoras principalmente mexicanas se hicieron
presentes en el País y la información fue mucho mas amplia.
Ante la actitud ejemplar del Presidente de la República
Kjell Eugenio Laugerud García quien pronunció la frase histórica “Guatemala
está herida pero no de muerte” y quien se hizo presente unas pocas horas
después de la tragedia en los lugares más afectados, fluyó la ayuda
internacional tan necesaria en aquellos momentos. Se distribuyó en su gran
mayoría con mucha profesionalización y honradez; pero hubo algunas cosas, como
casas de campaña de mucha calidad, abrigos, chumpas y algunas otras prendas “de
marca”, se quedaron en poder de algunos “riquitos” sinvergüenzas de la capital
que, aún en medio del dolor de miles de guatemaltecos, por su desmedido egoísmo
y ambición, no pudieron resistirse al saqueo de lo enviado desde el extranjero.
Otro tanto ocurrió en los Comités de Emergencia
departamentales que fueron presididos por el Gobernador e integrados solo por
jefes de dependencias estatales porque la llamada “sociedad civil” fue
descartada; algunos de aquellos personajes hicieron “su agosto”. Uno de los
presidentes de estos comités se suicidó supuestamente por la vergüenza que le
ocasionó lo que habría sucedido en la “recaudación” monetaria.
Independientemente de estos desmanes que en aquella época
no eran nuevos pero sí sorprendentes, logramos rescatar la solidaridad del
pueblo guatemalteco en general; dadivosos, obsequiosos, nobles de corazón, lo
dimos todo para ayudar a los más necesitados; de Huehue se llevó ayuda
principalmente a Chimaltenango y a otros departamentos; se organizaron cruzadas
con maestros y alumnos del Instituto Alejandro Córdova y el Colegio De La Salle
para socorrer a vecinos de Zaculeu y otros lugares de ese sector cuyas
viviendas se averiaron severamente. Se hizo lo que humanamente se pudo de
manera independiente; yo recuerdo que transitando por las calles de la ciudad
en mi automóvil, mucha gente me detenía para entregarme apoyo en víveres y ropa
para los más necesitados que, con gusto, entregaba en el centro de acopio;
lecciones ejemplares que no se olvidan y que siguen siendo el símbolo de los
paisanos: Ninguna persona que de verdad necesita nuestro apoyo, se queda sin
él.
Cuarenta años ha; quienes tienen menos de esa edad, no lo
vivieron; pero deben conocer profundamente esa parte trágica de nuestra
historia para saber, en realidad, como y cuáles son sus raíces.
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