domingo, 7 de febrero de 2016

TERREMOTO:

 Quienes son menores de 40 años no tienen memoria de lo que ocurrió en Guatemala el 4 de Febrero de 1,976 cuando unos instantes después de que los relojes marcaran las 3.30 horas de una madrugada fría como pocas, las placas tectónicas de la denominada “falla del Motagua” hicieron que todo el país se cimbrara con lo que ocurrió una de las más grandes tragedias anotada por historiadores y testigos nacionales y extranjeros; alrededor de 23,000 personas muertas, más de 75,000 resultaron heridas, más de un millón de personas se quedaron sin su vivienda; los daños en las vías de comunicación fueron enormes y fue difícil restaurar los servicios básicos como el agua y la energía eléctrica en muchas regiones del País.
            A cambio de la terrible destrucción sufrida por este terremoto de 7.5 grados de magnitud en la escala de Richter en Departamentos tales como Guatemala, El Progreso, Chimaltenango, Sacatepequez y otros, en Huehuetenango fueron mínimos los daños.
            Esa madrugada, luego de encaminar a nuestras familias al Hipódromo Municipal en dondce se congregaron cientos de Huehuetecos, hicimos un recorrido por muchas calles y avenidas de la ciudad con don Paco Gordillo, que a la sazón desempeñaba el cargo de Secretario de la Gobernación Departamental, para realizar una evaluación nada profesional de los daños ocurridos; era cosa de ver nada más y pudimos darnos cuenta que no había nada lamentable.
            No había energía eléctrica pero momentos después principió a transmitir una estación de radio ubicada en la capital de la República y con cobertura nacional que difundió las informaciones de primera mano sobre la tragedia; solo así pudimos estar enterados de la magnitud del terremoto; horas después, emisoras principalmente mexicanas se hicieron presentes en el País y la información fue mucho mas amplia.
            Ante la actitud ejemplar del Presidente de la República Kjell Eugenio Laugerud García quien pronunció la frase histórica “Guatemala está herida pero no de muerte” y quien se hizo presente unas pocas horas después de la tragedia en los lugares más afectados, fluyó la ayuda internacional tan necesaria en aquellos momentos. Se distribuyó en su gran mayoría con mucha profesionalización y honradez; pero hubo algunas cosas, como casas de campaña de mucha calidad, abrigos, chumpas y algunas otras prendas “de marca”, se quedaron en poder de algunos “riquitos” sinvergüenzas de la capital que, aún en medio del dolor de miles de guatemaltecos, por su desmedido egoísmo y ambición, no pudieron resistirse al saqueo de lo enviado desde el extranjero.
            Otro tanto ocurrió en los Comités de Emergencia departamentales que fueron presididos por el Gobernador e integrados solo por jefes de dependencias estatales porque la llamada “sociedad civil” fue descartada; algunos de aquellos personajes hicieron “su agosto”. Uno de los presidentes de estos comités se suicidó supuestamente por la vergüenza que le ocasionó lo que habría sucedido en la “recaudación” monetaria.
            Independientemente de estos desmanes que en aquella época no eran nuevos pero sí sorprendentes, logramos rescatar la solidaridad del pueblo guatemalteco en general; dadivosos, obsequiosos, nobles de corazón, lo dimos todo para ayudar a los más necesitados; de Huehue se llevó ayuda principalmente a Chimaltenango y a otros departamentos; se organizaron cruzadas con maestros y alumnos del Instituto Alejandro Córdova y el Colegio De La Salle para socorrer a vecinos de Zaculeu y otros lugares de ese sector cuyas viviendas se averiaron severamente. Se hizo lo que humanamente se pudo de manera independiente; yo recuerdo que transitando por las calles de la ciudad en mi automóvil, mucha gente me detenía para entregarme apoyo en víveres y ropa para los más necesitados que, con gusto, entregaba en el centro de acopio; lecciones ejemplares que no se olvidan y que siguen siendo el símbolo de los paisanos: Ninguna persona que de verdad necesita nuestro apoyo, se queda sin él.

            Cuarenta años ha; quienes tienen menos de esa edad, no lo vivieron; pero deben conocer profundamente esa parte trágica de nuestra historia para saber, en realidad, como y cuáles son sus raíces.

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