EN EL DIA DEL PADRE
¿En quien pensar antes de escribir algo relativo a esta celebración? Pues no cabe ni el menor asomo de duda: En mi papá que se marchó de esta dimensión hace muchos años dejándome un vacío que creo que nunca se ha podido llenar del todo. Casi nadie, aquí en el municipio de Huehuetenango, dejó de conocerlo y tratarlo; fue uno de los primeros fotógrafos que comenzó esta labor en la primera mitad del siglo pasado; posteriormente y a la vez, implementó una empresa de venta de electrodomésticos y otras máquinas y aparatos; amigos y personas mayores, cuando he tenido la oportunidad de conversar con ellos, recuerdan que mi papá les vendió a plazos su primera máquina de coser, su máquina de escribir, su primera refri o su primer radio receptor todavía de tubos o bulbos. Jamás, que yo sepa, hizo una trampa, un negocio chueco; nunca cobró mas de lo debido y en la medida de sus posibilidades, ayudó, de alguna manera, a quien pudo. Era, además de bondadoso, un hombre íntegro. Desde niño hasta la fecha, cuando indudablemente en menos tiempo de lo esperado, volveré a estar con él, he estado totalmente seguro de que jamás me hubiese gustado tener un padre diferente. Lo primero que me dio fue el extraordinario ejemplo a seguir, la guía estupenda de cómo debe ser un hombre ante la vida, la oportunidad de asistir a la escuela primaria en donde, auténticos apóstoles de la enseñanza continuaron y consolidaron mi formación familiar; posteriormente y con no pocos sacrificios, me envió a estudiar la carrera de Magisterio a la ciudad de Quetzaltenango porque en Huehue. aún no se contaba con esta oportunidad y luego me ayudó para iniciar estudios universitarios que quedaron a medias en esa primera juventud. Tanto mi papá, Don Marcos, como le llamaban con respeto no exento de admiración y cariño, como mis maestros de aquella época, cuando fue necesario me “dieron” unos cuantos golpes para enderezar el camino torcido por alguna travesura de poca monta que aún ahora, yo agradezco desde lo mas profundo del alma; mi Directora del Colegio en donde me gradué de Maestro, una “gringa” adorable y muy respetable, me asestó un “reglazo” cuando menos lo esperaba y me dijo: “Para que nunca digas que no te pegué”. ¿Cómo no voy a seguir queriendo a mi padre a quien tanto le debo? ¿Cómo no le voy a estar agradecido por el buen nombre que me dio y que Gracias al Señor he conservado incólume? ¿Cómo no voy a bendecir a todos mis maestros por las enseñanzas y la conducta ejemplar que me legaron? Si el Divino Maestro nos otorgó el privilegio de tener un padre como el mío, honrémoslo y le demos infinitas gracias; y si por añadidura tenemos la oportunidad de contar con las enseñanzas de maestros excelentes, sigamos su sabia conducción. ¡Feliz Día del Padre y Feliz Día del Maestro!
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