I.G.S.S.
La semana anterior, al escribir la columna dedicada
a ciertas falencias del Instituto Guatemalteco de Seguridad Social, seguramente
“dimos un paso en falso” al “guardar” parte de nuestra idea y, ese primer
párrafo, al publicarlo, se convirtió en algo casi ininteligible; esto es,
“metimos el dedo” en donde no debíamos. Precisamente por eso solicitamos
humildemente se nos disculpe la “metida de dedo” o “metida de pata”, como Ud.
prefiera llamarle.
¿A
qué hacíamos referencia? Pues implemente al hecho de que, meses antes, llegó a
la Presidencia de la Junta Directiva del I.G.S.S., designado por el “líder” del
Partido Patriota (ambas organizaciones en proceso de extinción) Otto Pérez
Molina, el señor Juan de dios Rodríguez (la minúscula no es error; así lo
escribo a propósito); estos dos señores que mencionamos se encuentran
actualmente guardando prisión en el Mariscal Zavala, no precisamente por ser
buenos “hijos de Dios”.
La
“obra” más destacada del señor Rodríguez al frente del I.G.S.S. fue montar una
millonaria campaña de publicidad por todos los medios a su alcance, en la cual
él aparecía como un verdadero “mesías” distribuyendo bienestar entre los
afiliados de la institución; esta campaña, seguramente, estaba encaminada para
allanarle el camino hacia su postulación para un cargo de elección popular.
Este
gasto millonario, entre otros similares, es lo que actualmente lo tiene entre
las rejas; pero eso no le importa sino a los miembros de su familia que todavía
lo quieren; a los guatemaltecos, lo que nos altera, es que por su nefasta
gestión, ahora en el I.G.S.S. hacen falta medicinas, insumos médicos varios,
equipo material y equipo humano adecuado, hasta el punto de que, como lo
afirmamos, existe gente perniciosa dentro de la institución (pusimos el ejemplo
de algunos trabajadores de Huehuetenango) que, lejos de prestar un servicio
atento y amable a los más viejos y necesitados, hacen exactamente lo contrario,
amargándoles su visita obligada a las clínicas de la antañona institución.
Pedimos
vigilancia, supervisión e investigación exhaustiva para corregir este desmadre;
no se vale que sean mal tratadas las personas que, repetimos, por necesidad,
llegan al I.G.S.S.; los hacen esperar más de la cuenta por la maldad y
discrecionalidad de quienes otorgan los turnos y cuando llegan por fin al
“final de la tortura”, les dicen que no tienen existencia de medicina para
ellos.
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