MISERERE:
Significa “apiádate” o “ten piedad”, pero también
puede ser “el canto del pecado y del perdón”, a partir de uno de los Salmos
Bíblicos atribuidos al Rey David.
En
este caso particular, es el título de un libro escrito por el querido amigo
Lic. Carlos Roberto Herrera Pérez que tuvo la bondad de compartir conmigo por
la vía electrónica y que, en un santiamén, he devorado, no por cumplir con un
mandato amigable sino porque sentí la necesidad espiritual de seguir leyendo
hasta el final, habida cuenta del contenido extraordinario de alguien que ha
escrito, no solamente con la mente, sino colocando en cada letra un girón de
alma, corazón y vida.
Tuve
la suerte de conocer a Carlos en los primeros años de la década de los ochentas
y vi en él a un joven Abogado pulcro, distinguido y noble; nunca tuvimos una
entrañable amistad sino más bien una relación de respeto y admiración de mi
parte; conforme los años han transcurrido esos sentimientos se han acrecentado;
hoy puedo afirmar categóricamente que él es uno de los Abogados más nobles y
honorables de Huehuetenango y ¿Por qué no decirle? de Guatemala también, en
donde van quedando tan pocos de la talla y de la dimensión de Carlos Herrera.
Siempre
supe de su pasión por la poesía y por las letras en general; algunas veces me
comentó de su idea de escribir algo pero tal parece que la intención no cobraba
fuerza o a lo mejor, algún atisbo de discreción y de pulcritud o algo similar,
no le permitían emprender la tarea; sin embargo, para fines de docencia y
quizás por una necesidad espiritual muy profunda, se decidió por fin,
entregándonos con mucha sinceridad, una correlación histórica o un retazo de su
vida familiar que desgarra, que apasiona y que, sobre todo, es una enseñanza de
vida que no se la contó nadie sino que es la experiencia cruda generada al seno
de su hogar que, según afirma, a pesar de que en varios momentos los hizo tambalear
como padres de familia, a él y su esposa, los ha fortalecido, los ha convertido
en mejores padres y en seres humanos más humildes y precisamente por ello, más
sabios.
Pero
además de lo brutalmente real de esta historia familiar, también centra su pensamiento
en algunas cosas que para beneficio de buena parte de la humanidad, debieran
mejorar; escribe por ejemplo, del descuido y del desorden en que se desarrollan
reuniones de algunos grupo de Alcohólicos Anónimos en donde el humo de los
cigarrillos atormenta, ennegrece y contamina no solo el ambiente sino los
pulmones de los asistentes; la falta de respeto por las expresiones abusivas y
procaces de algunos asistentes que, sin miramientos, se dicen cualquier tipo de
barbaridades sin importarles la presencia de mujeres y algunas veces hasta de
niños. No pide que esto cambie así de repente; lo que solicita es que se medite
sobre el asunto y que, si lo consideran prudente y atinado, se vaya mejorando
en este sentido; el resultado a mediano y largo plazo sería una mayor
asistencia de hombres y mujeres necesitados de ese apoyo invaluable.
Menciona,
aunque muy brevemente, la desgracia del consumismo y la comercialización
extrema en que se ha caído en profesiones que antes fueron muy respetables y
dignas, en la esperanza que se recapacite; y algunos profesionales “no sigan
haciendo leña del árbol caído” porque, francamente, no se vale.
En
fin, el Lic. Carlos Roberto Herrera Pérez con su libro “Miserere” nos entrega y
nos brinda una lección de vida, a través de párrafos entrañables escritos con
“tinta sangre”; todos, padres de familia, hijos, hombres y mujeres en general,
aprenderemos mucho de lo que esta honorable familia ha experimentado, de su
dolorosa experiencia y de la manera como, poco a poco, han sabido afrontarla
con la ayuda del Ser Supremo.
Creo
que la obra solo existe de manera virtual, por lo que si Ud. está interesado en
conocerla, debiera solicitarle al autor que se la proporcione; vale la pena.
Concluyo
con mi felicitación muy sincera para Carlos y su esposa por su valentía, por su
enorme sacrificio, por pretender enseñarnos sin ambigüedades ni hipocresías,
por decir la verdad “aunque se caigan los cielos”.
Que
El Señor siempre les acompañe y que la obra, cuyo compartimiento agradezco de
corazón, tenga la difusión y el apoyo que merece.
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