sábado, 21 de marzo de 2009

LA LEY DE LYNCH

Charles Lynch fue un Juez de Virginia de los Estados Unidos de América que en el Siglo XVIII, ordenó la muerte de una banda de conservadores sospechosos (tories) sin juicio previo, que fueron entregados a la comunidad para que ellos los asesinaran impunemente; esto ocurrió en 1,780; de ahí el nombre de “linchamiento” con el que se conoce una tremenda golpiza que puede derivar en la muerte o no, de sospechosos de la comisión de delitos no probados ante un tribunal. Es tomar la justicia por mano propia lo que es totalmente ilegal.
Huehuetenango antes de esta semana, era el departamento que estaba ocupando, según la estadísticas publicadas, el primer lugar en linchamientos a nivel nacional; ahora este dato se confirma con la muerte violenta de tres sospechosos que fueron asesinados en la comunidad de Zaculeu Central, zona 9 de esta ciudad que, según la información proporcionada por la PNC que aparece procesada en nuestro segmento de “sucesos”, ocurrió en los días de la presente semana.
¿Qué está pasando para que en la cabecera departamental poblada mayoritariamente por “ladinos”, se de este acto salvaje por excelencia?
Seguramente sub-yace en la conciencia colectiva una ira contenida, una molestia que irrita y una intranquilidad que no encuentra salida y que ha sido provocada por una serie de factores entre los que podemos mencionar: La ingobernabilidad existente, la inseguridad prevaleciente, la inestabilidad general, la creciente delincuencia y la absoluta falta de justicia pronta y cumplida, entre otros factores de descontento generalizado.
Si a esto le sumamos la certeza de la ineptitud de los principales funcionarios que en mala hora dirigen la cosa municipal y departamental, nos encontramos con el exacto caldo de cultivo para reacciones violentas de este tipo que, aunque ilegales y salvajes, son como quitar la tapa de esta “olla de presión”.
La frustración existente, que tiene tantos motivos y causas, está degenerando en algo que podría convertirse en un “estallido social” de imprevisibles consecuencias; porque los huehuetecos apáticos, indiferentes, “dejados”; porque los huehuetecos “mansos”, están dejando de serlo para convertirse de “periquitos verdes”, en “pumas” cuasi-salvajes que pueden ser muy feroces. Bien pudiera ser que para que se de este cambio impensado hasta hace muy poco tiempo, alguien presumiendo de mucha “autoridad”, deje caer la gota que derrame el vaso de la paciencia colectiva y el volcán estalle con su máxima potencia.
Obviamente, no pretendemos justificar lo ocurrido, sino simplemente buscar una explicación coherente; tampoco deseamos convertirnos en aves de mal augurio pero, lo que aquí plasmamos, no debiera echarse en saco roto...

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