domingo, 31 de agosto de 2014

EL RINCÓN DE EDWIN I: ¡¡Mataron a mi amigo..., EL PASTOR!!

¡¡DICE QUE LE DIERON BOCADO -veneno- A MI AMIGO..., EL PASTOR!! ¡¡Qué triste!! ¿¡¡Hasta dónde llega el odio de las personas!!?

El animalito siempre estaba hasta el tercer nivel y solamente salía a ladrarme y yo le silbaba para que saliera. Tan malvados; ¿Qué daño hacía el pobre animalito..., EL PASTOR? Nunca salió al primer nivel; jamás pudo haber mordido a nadie.

Anoche, al salir de la universidad, pasé silbándole como siempre..., no salió. Pensé que estaba enfermo, pues acostumbrado que estaba a mi silbido por años, a veces no salía a cumplir con su cometido, ladrarme y anunciar que yo estaba pasando, aunque cuando se enfermaba, tampoco estaba interesado en estar proclamando anuncios. Me ponía yo contento cuando ladraba, señal inequívoca que estaba de salud pletórico. Esperaré oir de vez en cuando, los latidos de su fantasma, especialmente cuando pase por la noche, lo cual escucharé con alegría: señal que su alma estará jubilosa.

Talvez, de vez en cuando, le pase silbando. Ha sido una amistad de años entre humano y bestia.
Dicen que las bestias no tienen alma, pues son desalmadas, son bestias. Yo pienso que talvez no, que sí tienen alma, porque aman, porque son nobles, porque cumplen fielmente con su misión de despertar ternura en su ferocidad, tal cual era EL PASTOR.

Estas inocentes criaturas, nuestros hermanos, porque compartimos el privilegio de LA CREACIÓN, considero que sí tienen asegurado el cielo: ¿pues qué daño pudo hacer EL PASTOR, hasta allá en el tercer nivel, en la terraza de su casa?
Que en paz descanse nuestro fiel amigo..., EL PASTOR. Lo que sí es cierto es que ESTOY MUY TRISTE, por el destino final de nuestro amigo en este mundo. Unas lágrimas y un nudo en la garganta por la muerte de mi amiguito, EL PASTOR.

Y estoy llorando acá en mi oficina, solito; talvez no por EL PASTOR, o talvez sí por él. Con su muerte se manifiesta tanto odio en el corazón de seres humanos, que hasta se tomaron el esfuerzo de lanzar algo envenenado hasta más de ocho metros de altura, para ensañarse con animal indefenso. ¡Hasta dónde puede llegar el humano de envidiar la felicidad de un animal!

Precisamente, anoche coloqué un post relacionado con la envidia en  FaceBook, basado en la afirmación de José Ingenieros:  "El envidioso es la única víctima de su propio veneno; la envidia le devora como el cáncer a la víscera; le ahoga como la hiedra a la encina".

Que Dios se apiade del corazón y el alma de las personas que envenenaron a nuestro amigo. No sabemos qué sufrimientos padecen sus corazones, que decidieron mitigar un poco su propio infierno interior, quitándole la vida a un animal indefenso.

Para mientras, premio dieron a nuestro noble amigo, quien ahora descansa en un prado verde con margaritas, en los Jardines del Señor.

(Aclaro, EL PASTOR, no era mi perro, era perro de mis vecinos, la familia de Don Ferdy Sáenz, pero fuimos buenos amigos, yo desde la calle, él, desde su terraza allá en las alturas).

Edwin Rocael Cardona Ambrosio. 
Huehuetenango, 27 de agosto de 2014.

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