domingo, 22 de marzo de 2015

¿CÓMO VAMOS?

Con base a las estadísticas que solemos estudiar a raíz de las publicaciones semanales de nuestro bloque informativo denominado “Sucesos”, colegimos que no vamos como quisiéramos; cada semana nos enfrentamos con una realidad que no nos llena precisamente de optimismo ni orgullo; en el Departamento ocurren cosas que cada día, nos sumergen en una situación difícil de aceptar.
          El robo de vehículos no se detiene y son las motocicletas, seguidas por los pick ups, los mas perseguidos por los delincuentes que no se detienen ante nada; hemos sabido, con desconsuelo, que cada día se llevan más vehículos motorizados, utilizando la violencia (que llega hasta el asesinato) para “hacerse” de un transporte que indudablemente les servirá para cometer otros atracos; algunos de ellos los convertirán simplemente en piezas para la venta de repuestos porque, lamentablemente, existen no pocos negocios que se prestan para ello.
          Los asaltos a inmuebles, sean simplemente residencias particulares o negocios establecidos, también se han incrementado; lo que se deduce de lo que aquí hemos dado a conocer, es que los delincuentes tiene pleno conocimiento de lo que hay al interior de los domicilios, porque van al “mandado y no al retozo”; se llevan televisores, computadoras, tablets, juegos electrónicos, alhajas y dinero; saben exactamente en donde encontrarlos y llevárselos sin titubeos ni dilaciones; eso significa que cuentan con la información que necesitan para no perder tiempo ni esfuerzos.
          Las empresas particulares que se dedican a la comercialización de productos pequeños y valiosos están en “la mira” de los antisociales tal cual lo han demostrado en lo que va del año; las gasolineras no son la excepción a sabiendas de que ahí se maneja dinero contante y sonante que no deja de recibirse en el curso de todos los días; precisamente por ese tipo de asaltos, la seguridad privada está a la vista en la mayoría de ellas.
          Pero lo que más nos angustia es que, a ojos vista, los asesinatos han crecido desproporcionadamente en todo el territorio huehueteco; se habla de venganzas, de “ajuste de cuentas”, de litigios sobre la propiedad de tierras, de intolerancia por la actitud, supuestamente equivocada, de vecinos; de conflictos por cuestiones mineras o energía hidroeléctrica, asuntos religiosos y políticos y también de odios familiares; se habla de tantas cosas que podrían solucionarse sin llegar a la violencia criminal.
          El cúmulo de tantas cosas que no nos hacen vivir en paz precisamente, también nos están arrebatando la oportunidad de producir más y mejor; nuestra economía se deteriora a pasos gigantescos; es triste ver como las agencias bancarias permanecen casi vacías excepto al principio y final de mes, cuando se reciben los emolumentos por cualquier actividad productiva. Lo mismo ocurre en determinados centros comerciales en donde familias enteras acuden solo para ver, lo que se ha convertido en el deporte favorito de la gente; no tienen dinero para comprar ni lo más favorable en cuanto a precios se refiere. Que me perdonen, pero una situación como la actual, nunca la había vivido antes.
          Los anuncios de la radio y de la televisión que ahora no vemos y oímos con cansancio sino con repudio, podrán decir que “nadie hacía nada” por mejorar la vida de los guatemaltecos; pero es obvio que “nadie hace nada” ante semejante caos en el que vivimos; pagando algo así como ciento treintiocho millones de quetzales pretendemos que, echándole “agua oxigenada”, se limpie el lago de Amatitlán  y somos incapaces de evitar que a toda una funcionaria de primer orden gubernamental, le roben sus joyas en pleno centro de la capital… Y eso, sin mencionar el ridículo que hace el Tribunal Supremo Electoral de quienes se burlan ignaros candidatos para algo.

          ¡Cuidado! El Estado fallido, tan mencionado, está a la vuelta de la esquina.

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