¿CÓMO VAMOS?
Con base a las estadísticas que solemos estudiar a
raíz de las publicaciones semanales de nuestro bloque informativo denominado
“Sucesos”, colegimos que no vamos como quisiéramos; cada semana nos enfrentamos
con una realidad que no nos llena precisamente de optimismo ni orgullo; en el
Departamento ocurren cosas que cada día, nos sumergen en una situación difícil
de aceptar.
El robo de vehículos no se detiene y
son las motocicletas, seguidas por los pick ups, los mas perseguidos por los
delincuentes que no se detienen ante nada; hemos sabido, con desconsuelo, que
cada día se llevan más vehículos motorizados, utilizando la violencia (que llega
hasta el asesinato) para “hacerse” de un transporte que indudablemente les
servirá para cometer otros atracos; algunos de ellos los convertirán
simplemente en piezas para la venta de repuestos porque, lamentablemente,
existen no pocos negocios que se prestan para ello.
Los asaltos a inmuebles, sean
simplemente residencias particulares o negocios establecidos, también se han
incrementado; lo que se deduce de lo que aquí hemos dado a conocer, es que los
delincuentes tiene pleno conocimiento de lo que hay al interior de los
domicilios, porque van al “mandado y no al retozo”; se llevan televisores,
computadoras, tablets, juegos electrónicos, alhajas y dinero; saben exactamente
en donde encontrarlos y llevárselos sin titubeos ni dilaciones; eso significa
que cuentan con la información que necesitan para no perder tiempo ni
esfuerzos.
Las empresas particulares que se dedican a la
comercialización de productos pequeños y valiosos están en “la mira” de los
antisociales tal cual lo han demostrado en lo que va del año; las gasolineras
no son la excepción a sabiendas de que ahí se maneja dinero contante y sonante
que no deja de recibirse en el curso de todos los días; precisamente por ese
tipo de asaltos, la seguridad privada está a la vista en la mayoría de ellas.
Pero lo que más nos angustia es que, a
ojos vista, los asesinatos han crecido desproporcionadamente en todo el
territorio huehueteco; se habla de venganzas, de “ajuste de cuentas”, de
litigios sobre la propiedad de tierras, de intolerancia por la actitud,
supuestamente equivocada, de vecinos; de conflictos por cuestiones mineras o
energía hidroeléctrica, asuntos religiosos y políticos y también de odios
familiares; se habla de tantas cosas que podrían solucionarse sin llegar a la
violencia criminal.
El cúmulo de tantas cosas que no nos
hacen vivir en paz precisamente, también nos están arrebatando la oportunidad
de producir más y mejor; nuestra economía se deteriora a pasos gigantescos; es
triste ver como las agencias bancarias permanecen casi vacías excepto al
principio y final de mes, cuando se reciben los emolumentos por cualquier
actividad productiva. Lo mismo ocurre en determinados centros comerciales en
donde familias enteras acuden solo para ver, lo que se ha convertido en el
deporte favorito de la gente; no tienen dinero para comprar ni lo más favorable
en cuanto a precios se refiere. Que me perdonen, pero una situación como la
actual, nunca la había vivido antes.
Los anuncios de la radio y de la
televisión que ahora no vemos y oímos con cansancio sino con repudio, podrán
decir que “nadie hacía nada” por mejorar la vida de los guatemaltecos; pero es
obvio que “nadie hace nada” ante semejante caos en el que vivimos; pagando algo
así como ciento treintiocho millones de quetzales pretendemos que, echándole
“agua oxigenada”, se limpie el lago de Amatitlán y somos incapaces de evitar que a toda una
funcionaria de primer orden gubernamental, le roben sus joyas en pleno centro
de la capital… Y eso, sin mencionar el ridículo que hace el Tribunal Supremo
Electoral de quienes se burlan ignaros candidatos para algo.
¡Cuidado! El Estado fallido, tan
mencionado, está a la vuelta de la esquina.
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