MIGDALIA AZUCENA

Tal es el título de una hermosa melodía de la inspiración del Maestro Gumersindo Palacios Flores que compuso para dedicarla a su primera nieta, Migdalia Azucena López Palacios, hija de los esposos don Augusto López y Aura Marina Palacios Chávez. Tan bella música se ha convertido al paso de los años, en un “segundo himno” para los huehuetecos, porque el primero nunca dejará de ser “Lágrimas de Thelma” del mismo connotado compositor. Corría el año de 1,969; en el mes de Febrero del año anterior se había inaugurado el edificio del Instituto “Alejandro Córdova” en donde, a la sazón, prestábamos nuestro servicios docentes; tenía mi domicilio en la 4ª. Calle 6-68 de la zona 1 en uno de dos apartamentos en que mi padre, que recién había fallecido, transformó la antañona casa paterna; en el otro vivía mi mamá con la compañía de una de dos hijas de mi primer matrimonio. Una mañana de tantas llegó a mi casa de entonces el Maestro “Don Gume”; llevaba bajo el brazo un documento convertido en un pequeño rollo que después identificaría como la partitura de su última composición; la petición que me hizo me dejó petrificado... Me dijo mas o menos: “Leonelito: Cholita y su servidor queremos suplicarle que sea Ud. quien escriba la letra de esta música que le compuse a mi nieta Migda...”. Explico: Entre Doña Soledad Chávez de Palacios, don Gume, sus hijos y este servidor siempre hubo un cariño especial; principalmente mi afecto fue muy profundo para Doña Cholita que, con don Gume, siempre me nombraban como “Leonelito”, talvez para diferenciarme de Leonel, uno de sus hijos, que era unos años mayor. Mi respuesta fue: “Le agradezco mucho la deferencia Don Gume; pero todos sabemos que su “letrista” ha sido don Adalberto Herrera Castillo a quien, en cuestiones literarias, yo no le llego ni al tobillo. ¿No será mejor que él la escriba?”. Explico una vez mas: Don Adalberto Herrera, autor entre otras muchas cosas bellas de la letra del Himno al Ejército Nacional, es autor de la letra de “Lágrimas de Thelma”; hermosos poemas y prosas magníficas, forman parte de su inspiración y de la lírica huehueteca. ¡Imagínense en que predicado me colocaba aquel compromiso! Acepté fundamentalmente por el cariño que nos unía. Recibí la partitura y solicité al Director del establecimiento mencionado el Prof. y P.C. Jorge Villatoro Alvarado, que permitiera llevarme a la casa un pequeño tenorcito de marimba que había en el INMAC para auxiliarme en el cumplimiento de aquella misión. Salíamos de trabajar a las cuatro o cinco de la tarde y a partir de esa hora, utilizaba el tiempo para tratar de leer las notas de la partitura e ir componiendo la letra; no sabría decir ahora cuanto tiempo me llevó; lo cierto es que cuando la terminé y se la entregué a don Gume, tenía “el alma en un hilo” pensando en si le gustaría principalmente a Doña Cholita; estaba seguro que si ella daba su aprobación todo quedaría muy bien; y le gustó...le gustó mucho y yo me sentí feliz. Han pasado los años y la canción ha sido grabada por excelentes intérpretes nacionales; el primero que la grabó profesionalmente fue Ernesto Ávalos Gutiérrez “el tenor de la voz de seda”; luego siguieron, entre muchos, Paco Cáceres, Carlos del Llano, José Manuel Matías, Hevi Rodas Soto y la han cantado, comenzando por el grupo “Los Cuervos” con el inolvidable “Ruiseñor del Selegua” el amigo Arnulfo Palacios, Carlos Pinto y “párele Ud. de contar”. Se ha difundido nacional e internacionalmente gracias a Dios y a muchas buenas personas que la han traído y llevado por esos “Caminos del Señor”; si Ud. no la conoce, aquí se la copiamos: Eres tu La luz del Sol Que alumbró mi vida infeliz. La ilusión Surgió de nuevo Al mirar tus labios reír. Un ruiseñor Sonoro canto A la vida dejó escuchar Al saber Que tus caricias Para mí son... Oye mi canción Linda Migdalia Azucena Mi amor. Eres la ilusión Que vive en mi alma De fiel trovador. Tu dulce mirar Es el fulgor Que alumbra mi existir. Tus labios besar Es la pasión Que alienta mi vivir. El alma de doy Linda Migdalia Azucena P.S.: La sugerencia para escribir sobre esta pequeña historia, la recibí de los amigos Rolando Gutiérrez y Edwin Rocael Cardona. Al primero no se la pude enviar directamente porque no tengo su correo electrónico. Valga de esta manera.