APUNTES SOBRE LA CATEDRAL DE HUEHUE.
Era el
amanecer del 4 de Febrero de 1,976; la noche anterior en el “monumental” Cine
Lilý, se había presentado la cinta cinematográfica “El Exorcista”, que conmocionó a la mayoría de los asistentes
que se contaron por cientos y abarrotaron ambas localidades: Luneta y Balcón.
Aquellos espectadores se fueron a la
cama con la impresión de las subyugantes escenas casi diabólicas de la
película...Algunos debieron tomar algún té tranquilizador para poder conciliar
el sueño.
Y a las tres y media de la mañana,
las sacudidas y movimientos ondulantes de la tierra, además de los ruidos
sordos de objetos que, colocados en estantes, anaqueles y aún colgados en la
pared, cayeron estrepitosamente al
suelo, mezclados con el tintineo de la cristalería hecha añicos a causa de los
movimientos, impactaron de tal manera que nadie sabía que estaba pasando ni
mucho menos, lo que podían hacer.
La mayor parte de la población salió
a las calles, algunos en paños menores a pesar del terrible frío que hizo esa
madrugada y todos con el propósito de salvarse de lo que fuera...Era el
terremoto del 4 de Febrero de 1,976 que tanta desolación, muerte y ruina dejó
para Guatemala.
“Guatemala está herida pero no de
muerte” exclamaría el Presidente Shell Eugenio Laugerud García que se
constituyó en guía y líder del pueblo ante la imponente tragedia.
Pasados los primeros días se haría
el recuento de los daños y en La Catedral se observaría mucho deterioro por ser
una edificación de casi cien años que, aunque muy sólidamente construida, tenía
que verse afectada de alguna manera, tal como ocurrió en otros edificios.
Tal vez lo que más preocupación
ocasionó en la mente y en el espíritu de la “grey” católica, fueron las grietas
que a primera vista, denotaban rajaduras profundas en algunas de las paredes;
pero lo que se veía más dañado y peligroso, eran las paredes del campanario
norte, justo en donde está colocada la famosa “volteadora”.
Sin hacer mayores estudios se ordenó
que con maquinaria de la Zona Vial 6 y cables de acero, se procediera a botar
la pared exterior de dicho campanario; había que ver el empeño de los operarios
ante la mirada expectante de centenares de vecinos para cumplir la orden, pero
jamás pudieron...Los cables de acero, fuertemente atados a los arcos de la
torre que supuestamente estaba dañada, no pudieron sino solo levantar las
enormes llantas delanteras de la máquina que halaba con toda su potencia,
resbalándose consecuentemente las traseras que rechinaban en el pavimento del
Parque Central...Por fin, alguien ordenó que detuvieran semejante “locura”. El
campanario, estaba más sólido que nunca.
Se integró un Comité de
Reconstrucción de la Catedral cuyo “grito” de auxilio fue: “Huehuetenango sin
su Catedral, no es Huehuetenango...” que, al cabo de los años logró su
cometido.
Y es que esta construcción hermosa
que nos distingue, principió a trabajarse allá por el año de 1,867 y concluyó
el 8 de Diciembre de 1,874 con una fiesta memorable de un pueblo eminentemente
católico; la historia tendrá que agradecer por siempre los esfuerzos supremos
de dos sacerdotes: Juan Bautista de Teherán quien la inició y Manuel Vicente
Castañeda y Muñoz quien, convertido en un verdadero arquitecto cuando aún no se
conocía la profesión en Guatemala, hizo gala de conocimientos profundos, no
exentos de amor por su pueblo, dirigiendo esta bella obra arquitectónica hasta
concluirla.
Aún en proceso de construcción,
soportó la embestida de las huestes de Justo Rufino Barrios que, en 1,869 no
pudo tomar la plaza de Huehuetenango, saliendo herido en el intento; los muros
en ciernes de la Catedral fueron la fortaleza que lo impidió y Barrios jamás
olvidó “la afrenta” (Cuando llegó al poder trasladó la Cabecera Departamental a
Chiantla, en donde estuvo de 1,881 a 1,885); su “cojera” se la recordaba todos
los días.
El 18 de Abril de 1,902, un
terremoto sacudió y casi destruyó algunas ciudades del Occidente del País, pero
La Catedral de Huehue., resistió esta segunda embestida y a partir de entonces
se ha convertido en un auténtico símbolo de energía y vida.
Independientemente de la confesión
religiosa que se profese, tenemos que aceptar que “la belleza de la Catedral no
sería tan completa, si no uniéramos en un solo concepto, la noción de su
belleza simbólica; la noción de su belleza física y la noción de su belleza
abstracta”.
“En presencia de un templo de tan
perfecta euritmia, ante su majestad serena, ante la belleza de su estilo y su
gran armonía, nadie puede negar que la Catedral de Huehuetenango es magnífica”.
Es por eso que dijimos ayer, lo
repetimos ahora y lo diremos siempre: “Huehuetenango sin su Catedral, no es
Huehuetenango”.
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