domingo, 21 de febrero de 2016

SALÓN MUNICIPAL:



En algún momento, en este semanario, hicimos un poco de historia sobre la conversión de la cárcel para hombres de Huehuetenango que funcionaba en lo que ahora es el Salón Municipal; estos trabajos estuvieron a cargo de la Zona 5 de Obras Públicas en los primeros años de la década de 1,950 y fueron inaugurados por el entonces Presidente, Coronel Carlos Castillo Armas.
            Algunos de los vecinos, un tanto apegados a cuestiones de tipo artístico-cultural, soñamos con un auténtico “Salón de Honor de la Municipalidad de Huehuetenango” y esperábamos que las autoridades actuaran en consecuencia a pesar de que el diseño original no ayudaba mucho para que estos sueños se convirtieran en realidad; los baños por ejemplo y el espacio que se dejó para que “los principales” se ubicaran en los actos programados.
            Sin embargo, al principio, el salón fue utilizado para lo que se había pensado: Conferencias, presentaciones de importancia, recepción de autoridades del País y del extranjero, semanas culturales (como la del INMAC) y otros actos significativos que daban la idea de un arreglo importante en el futuro, de manera que el salón fuera encortinado, rodeadas sus paredes con las banderas de los municipios de Huehuetenango y/o de los Países Americanos, alfombrado y quizás con un pequeño escenario cuya altura no superara la del cuadro pintado por Artemio de León en el año de 1,966 (que hace tiempo debió ser restaurado); “los sueños, sueños son”; queríamos un verdadero Salón de Honor Municipal.
            ¿En qué momento se cambió todo? No lo sé y tampoco quiero acordarme. Lo cierto es que el salón municipal comenzó a servir para todo, hasta para las cosas más absurdas que uno pueda imaginarse: Rituales inimaginables, relajos juveniles “destrabados”, bazares de muy mal gusto, exhibición de artículos de toda índole, “cantina”, mingitorio e inodoro que ha mancillado el nombre y el honor de la Municipalidad y para no hacer tan larga la lista, “albergue” de CONRED para darle un espacio, principalmente, a ebrios “con sweter ordinario”; imaginemos el trabajo de los pobres conserjes luego de cada día con “eventos” de esta naturaleza.
            Me cuentan que un día de  la semana que termina llegó al salón una persona que dijo ser el nuevo gobernador nombrado por el FCN, furioso y con muy malas “maneras”, reclamando a quienes no debía, porque el salón no se estaba utilizando precisamente para el dichoso “albergue”. Se le olvidaron cosas importantes: 1. Nadie sabía quién era. 2. La Autonomía Municipal. 3. No necesitamos ni queremos funcionarios con esta mentalidad. 4. Que dispongan en su casa de la cual pueden hacer un chiquero. 5. En la casa del pueblo, que disponga el pueblo y no un farsante.

            Este mismo pueblo debe exigir el Salón de Honor de la Municipalidad con todas las de la ley; nunca es tarde para enderezar el camino.   

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