INSEGURIDAD INFANTIL
Las mediciones que permanentemente se hacen entre la población y que están a cargo de empresas especializadas, nos hacen saber que una de las mas grandes preocupaciones de la población en general, son los elevados índices de inseguridad que existen en toda la República. La violencia se ha venido enseñoreando de nuestro País y los encargados de controlarla no dan “pie con bola” y la ciudadanía que no se organiza y que no se une, jamás podrá defenderse con visos de éxito.
Cada quien que sale de su casa para cumplir con sus labores diarias no sabe si va a regresar con bien y en ciertas regiones de Guatemala, los padres de familia, se quedan con “el alma en un hilo” cuando sus hijos deben marcharse hacia sus respectivos centros de estudio y piden a Dios, de rodillas, que los cuide y los proteja.
Y esta es precisamente “la tecla” que deseamos tocar en este artículo de opinión: La de los hijos que marchan a su centro de estudios cinco días a la semana.
Todos pensamos en el trayecto de ida y vuelta de los niños que son los entes familiares mas vulnerables cuando van en cumplimiento de sus labores estudiantiles, porque pensamos que es en las calles en donde pudieran ser objeto de algún atentado que altere su estabilidad emocional y ponga en riesgo su vida; pero somos pocos los que pensamos en la inseguridad y la violencia a la que podrían ser sometidos en su propia casa y en su escuela o colegio. Precisamente en el sector de “sucesos” anotamos una información referente al abuso sexual de que fue objeto, por su propio hermano mayor, un niño de siete años de edad.
Obviamente esta es una responsabilidad que recae en los padres de familia que no deben olvidar, bajo ningún concepto, como obligación primordial, la formación integral de sus hijos y los elementos de seguridad que deben imponer en el entorno hogareño para evitar que cosas tan dramáticas como estas ocurran en desmedro de la integridad física y espiritual de los niños a quienes deben cuidar mas que a su propia vida. Los hermanos mayores, tíos, primos y hasta vecinos, pueden en un momento determinado (debido a sus enfermizas inclinaciones sexuales) abusar de niños y niñas que el descuido de los progenitores, pone a su alcance.
Pero el peligro para niños y niñas no solo está en el entorno de su hogar; también dentro de algunos centros educativos en donde los servicios sanitarios y algunos ambientes que no tienen la vigilancia adecuada en horas de recreo, de ingreso o salida, se prestan para que los alumnos mayores, abusen sexualmente de niños y niñas pequeñas. El escaso o nulo control del personal de algunas escuelas está propiciando que estas inconfesables y perversas inclinaciones de los alumnos de cierta edad (que también son integrantes de las llamadas “maras”), puedan efectuarse impunemente en contra de la dignidad y el futuro de los niños a quienes les toca “la bola negra”.
Pero ¿Por qué no hay la adecuada vigilancia de parte del personal escolar? Porque a la hora del o los recreos, en muchos casos, todo el personal se reúne en alguna sala y nadie se acuerda de la supervisión de lo que los alumnos hacen en ese momento; otro tanto ocurre en entradas pero principalmente en salidas, cuando parte o todo el personal se retira del edificio antes que todos los alumnos salgan. En ambos casos queda la oportunidad “pintada” para los perversos que sin saberlo, se ajustan al refrán: “En arca abierta, el justo peca”.
Vale la pena que tanto padres de familia como maestros mediten sobre lo aquí escrito, pero mas que meditar, debieran actuar en consecuencia para salvaguardar la dignidad y la integridad física y moral de los chiquillos, ante estas agresiones enfermizas de las que están siendo objeto.
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