¿QUO VADIS, ACADEMIA?
Las estadísticas nacionales e
internacionales nos marcan un continuo deterioro en la educación nacional en
los distintos niveles, desde la década de los ochenta, cuando el conflicto
armado interno principia a diluirse, llegándose a la firma de los Acuerdos de
la Paz en al año de 1,996 durante el gobierno de Álvaro Arzú; hay que decir que
dichos acuerdos no se hubiesen firmado si no se produce el famoso apagón de las
elecciones entre Portillo y Arzú luego del cual la balanza eleccionaria se
inclinó por este último; la guerrilla jamás hubiera firmado esos acuerdos con
el FRG, partido político que postuló a Portillo (tómese esto como una
disquisición histórica).
Probablemente el conflicto armado
interno fue uno de los elementos que influyó en el deterioro de esa educación,
sumado a otros que incluyeron el bajo rendimiento del alumnado aceptado
graciosamente por pocos maestros primero y luego por una buena parte de ese
gremio; así fueron transcurriendo aquellos años y llegamos al final de la
década de los noventa; arribamos al nuevo siglo con más pena que gloria porque
la educación nacional había caído en franco declive. Creo que a lo interno del
Ministerio de Educación siempre los sindicatos estuvieron más preocupados por
el aspecto económico y por mantener una dirigencia estática e inamovible que
por lo verdaderamente importante: El proceso educativo en el que nada cambió
para mejorar, sino todo lo contrario.
Huehuetenango, aún con la férrea
oposición de los estudiantes universitarios de la capital, logró abrir una
extensión de la Universidad de San Carlos en el año de 1,966 con la Facultad de
Pedagogía y graduó a sus diez primeros Profesores de Enseñanza Media en el año
de 1,97l; lo mejor del Claustro de Catedráticos de la mencionada Facultad
estuvo “de planta” algunas veces por acá
y los graduandos huehuetecos respondieron con su mejor esfuerzo.
Pasaron los años, la oferta
universitaria creció muchísimo, aparecieron las universidades particulares “in
crescendo” cada día, se ofrecieron carreras de todo tipo, se abrieron
extensiones en una gran cantidad de municipios, aparecieron “catedráticos” aquí
y allá con habilidades intelectuales y pedagógicas cuestionadas y surgió la
competencia, no precisamente por calidad, sino por graduaciones fulminantes y
por precio. A muchos de los competidores como que ya no les importa el
prestigio de su “marca” sino la cantidad de “alumnos” que puedan captar para
engrosar su billetera.
Ahora escuchamos con estupor que se
ofrece que “nosotros eliminamos requisitos molestos y retardatarios” para
recibir un título “express”. “Ud. con nosotros ya no se preocupa por trabajar
una tesis; tampoco tiene que aprobar diez cursos como en otras partes; nosotros
se lo dejamos solo en tres cursos y mucho más sencillos”. Pero en la publicidad
se afirma que “proporcionamos calidad y excelencia”. ¿De dónde?
Esto se llama descalabro y estafa
educativa universitaria total. Si los actuales estudiantes de estas
universidades (oficiales o privadas) que titulan de manera “express” hacen un
análisis sereno de su situación, se darán cuenta de que no solo lo están
estafando sino que están perdiendo lamentablemente su tiempo porque en el
cercano futuro serán incapaces de desempañar con eficiencia un puesto que se
ajuste al título que poseen…y paulatinamente serán excluidos de la
oferta-demanda laboral; no habrá lugar para ellos.
Por
eso la pregunta en el título: ¿A dónde va, así con esta “competencia”
obviamente muy mal entendida y mal fraguada, la academia nacional? La respuesta
es: A la vil calle de la amargura que nos llevará a un abismo sin fondo.
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