domingo, 5 de octubre de 2014

EL RINCÓN DE EDWIN: ¡¡Profesionales universitarios para vestir santos!!


(San Faustino de Brescia. Año 122. Santo patrono de los solteros).

(Artículo dedicado a mi señora madre, Doña María Ambrocio de Palacios, quien encuentra regocijo en la lectura).

La realidad mundial demuestra que la teoría de población de Thomas Robert Malthus era incorrecta.  Este pensador inglés afirmaba que cuando las personas, especialmente la gente pobre, cuentan con los medios para proveerse subsistencia, lo primero que hacen es ponerse a tener hijos, con lo que la cantidad de población crece mucho más que la cantidad de alimentos disponibles, por lo que en vez de generar más riqueza, se genera más pobreza; ergo, aumento en la cantidad de personas pobres.  

Dado que en aquellos tiempos, finales del siglo XVIII e inicios del XIX, las familias proletarias eran numerosas, sugería que debía enviárseles a vivir a terrenos pantanosos y nada saludables, para que la naturaleza, de manera espontánea se encargara de exterminarlos.    Según Él, debía propiciarse la reaparición de epidemias, mediante el hacinamiento de la gente pobre y debía desestimularse y ver con malos ojos a aquellas personas que descubrieran nuevos métodos para curar enfermedades y mejorar la calidad y esperanza de vida de la población.   Las guerras constituyen un mecanismo excelente para equilibrar el número de seres humanos habitando la faz de la tierra.  La miseria es una ley natural contra la cual es inútil actuar.

Ahora, más de 200 años después de Malthus, observaciones estadísticas, correlacionando  la tasa de fecundidad (número de hijos por mujer) y el producto interno bruto por persona (PIB per cápita), han demostrado que cuanto mayor es la cantidad de riqueza  (aumento de bienes y servicios sin intervención del Estado) y mayor es el nivel de educación de cada persona,  menor cantidad de niños nacen.  A ello se le ha denominado “la paradoja  demográfico-económica”.

Hay otros elementos adicionales a considerar, por los cuales dicho fenómeno no tiene regularidad en forma absoluta; por ende, no puede considerarse como Ley Económica.  Sin embargo, la evidencia empírica (la realidad) demuestra contundentemente la invalidez  de la visión malthusiana.

Estas reflexiones vienen  a mi mente a propósito del  texto que una distinguida profesional universitaria de este Departamento de Huehuetenango, en Guatemala, colocara en Facebook y que me llamó mucho la atención, el cual  reza: 

“No le debes a nadie una explicación de tu soltería.
Si es que estás soltero en este momento, eso no es asunto de nadie. Estar sólo no es un trastorno de la personalidad. Eres libre de estar en una relación o no. Además, eres mucho más que tu estado civil y la soltería es una de esas etiquetas sociales que a nadie realmente debería importarle”.

Con mucha seriedad, medio en serio,  medio en broma o a manera de payasada, no sé con qué criterio considere usted apreciable lector, coloqué los siguientes comentarios al respecto, los cuales considero que vale la pena compartirle en este espacio, a manera de reflexión, dentro del contexto de la realidad de nuestras sociedades de las primeras dos décadas del siglo veintiuno. 

“Está en la cola de un venado conquistar el corazón de mujeres de tan singular abolengo, con una preparación intelectual y académica de tan alto calibre, Licenciadas con graduación de Maestría: ¡Padre Celestial! 

Sencillos requisitos mínimos para los pretendientes (los defensores del enfoque de género aplicarán la aberración de decir: “los pretendientos”). Caballero guapo, bien plantado, físicamente bien saludable, cortés, mental y emocionalmente saludable, complexión atlética, honrado, trabajador y decente, heterosexual. Al menos: uno o dos doctorados; entre 18 y no más de 25 años; no se acepta menores de edad, pero tampoco viejos amargados a los que hay que estar soportando; poseer caudal financiero con capital mínimo de un millón de quetzales o 150 mil dólares (dijimos capital, no activos -son fondos libres de deudas-); buena gente, servicial, atento, caballeroso, que pueda efectuar todo tipo de labores domésticas, con buenas destrezas industriales, amante de la academia y la filosfía y además de eso: ¡¡FIEL!!. 


No es que nuestras Licenciadas no sean capaces de conseguir pareja; el problema es que en nuestra sociedad no existen suficientes caballeros que den esa altura; las trastornadas no son ellas. Simplemente no están muy interesadas en estar manteniendo... trastornados.

¡Ah! y se me olvidaba decir que lo mismo aplica para nuestros Licenciados, solamente que a la inversa. 

Sencillos requisitos mínimos para las pretendientes (los defensores del enfoque de género aplicarán la aberración de decir: “las pretendientas”). Dama bellísima, con medidas del estándar de la Venus de Milo, físicamente bien saludable, cortés, mental y emocionalmente saludable, honrada, trabajadora y de modales refinados, heterosexual; se es más flexible en este caso: al menos una licenciatura; entre 18 y no más de 25 años; no se acepta menores de edad (todavía tienen viruta en la cabeza), no más allá de 25 años (por razones... obvias); poseer caudal financiero con capital mínimo de medio millón de quetzales o sesenta mil dólares (-dijimos capital, no activos -fondos libres de deudas- que se pague sus costos sola y que no esté jorobando pidiendo pisto); buena gente, servicial, atenta, toda una dama, que pueda efectuar todo tipo de labores domésticas y con buenas destrezas en otros campos de la vida; amante de la ciencia en general, la ciencia de las finanzas y la filosofía y sobre todo: ¡¡FIEL!!. 

No es que nuestros Licenciados no sean capaces de conseguir pareja; el problema es que nuestra sociedad no tiene la capacidad de proveer el recurso humano requerido suficiente de damas que den esa altura; nuestros Licenciados (y próximamente nuestros Ingenieros graduados de la Universidad de Occidente Extensión Huehuetenango) no son trastornados. Simplemente no están muy interesados en estar manteniendo... trastornadas”.

Considero que el marco anterior, entiéndase por un lado,  incumplimiento en los requisitos por parte de los candidatos (la no calidad según Phil Crossby –en este caso no calidad de gente-) y,  por el otro lado, el potencial en la generación de riqueza (adicionalmente a los ahorros acumulados) y el alto nivel educativo de los profesionales universitarios (originadores de nueva alcurnia),  explica en gran parte, mas no en su totalidad, el hecho que dichos profesionales huehuetecos de nuestros tiempos no propendan a la formalización de compromisos en aras de disfrutar del privilegio que les otorga la Constitución Política de la República de Guatemala en sus artículos 47, 48 y 49.

Dado que en muchos casos, ven en este privilegio más bien, una amenaza para su bienestar; aunque ello signifique que muchos (y  muchas me dirán también los defensores del enfoque de género –degénero-), celebren cada 15 de febrero a San Faustino, Santo Patrono de los solteros y  los entierren finalmente,  al término de una gran longevidad, con palmitas y los envidiosos de su felicidad (enmascarando su desdicha en pretendidos  “buenos consejos” por el bienestar de su “amigo” o familiar profesional), anden proclamando a los cuatro vientos, como se dice en estas tierras, que “¡son profesionales universitarios que se quedaron para vestir santos!”.


Edwin Rocael Cardona Ambrosio.
Huehuetenango, 3 de octubre de 2014.

Notas.
Pisto. En Guatemala le decimos “pisto” al dinero; sustantivo. En México, “pistear” es un verbo relacionado con la ingesta de bebidas espirituosas.

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