domingo, 18 de julio de 2010

EXTORSIONES

Por las informaciones que día con día nos van llegando podemos inferir que las extorsiones por diferentes vías, principalmente la telefónica, han ido en aumento.
Tal parece que el supuesto control que se tenía en las prisiones del País, o nunca se dio o definitivamente no existe; se dijo que se había adquirido equipo sofisticado para bloquear las llamadas telefónicas por celular que se originaban en las cárceles, equipo que dicho sea de paso le costó carísimo al pueblo de Guatemala, pero esto nunca funcionó; parece ser que lo único que lograron fue que los presidiarios mas “aventados” adquirieron equipo, así mismo sofisticado, para neutralizar dicho bloqueo y hacer las llamadas de tipo delincuencial a las que estamos acostumbrados.
Todos sabemos que, en un gran porcentaje, las extorsiones que llegan por la vía telefónica tienen su origen en las prisiones del País, pero no todas; otras se emiten desde casas comunes y corrientes, desde teléfonos públicos, desde “chips” telefónicos que solo se utilizan para ello y cuyos protagonistas son delincuentes de poca monta que solicitan Q.5,000.00 para no matar a algún familiar o al mismo que atiende la llamada y que luego de la negociación que propone el recipiendario, ha disminuido a veces hasta la compra de un par de tarjetas telefónicas de Q.25.00 cada una. Pero dentro de estos sujetos, que yo llamaría “delincuentes improvisados” o “extorsionistas por necesidad”, habrá algunos que tienen “escuela” y que ante la “inocencia” de sus víctimas, son capaces de llevarse buena plata.
Durante los últimos días, insisto, estos sujetos sean quienes fueren, han incrementado sus comunicaciones y hay personas, comerciantes o no, que han recibido peticiones de muchos miles de quetzales; desafortunadamente algunos han cedido ante las amenazas y entregaron los fajos de billetes; otros, sin embargo, se han mantenido firmes, se han negado rotundamente mandando al diablo a los extorsionistas y por la Gracia de Dios, ahí están, sanos y salvos.
Quienes tomaron esa actitud firme y valiente merecen nuestro respeto y admiración porque “se la han jugado” y con su postura le cierran la puerta a estos malvados que han hecho de la amenaza su “modus vivendi”. La valentía no se aprende; es una actitud de vida que pertenece a cierta casta de hombres y mujeres de privilegio que deben ocupar un lugar especial en la vida de los pueblos; ellos son y se pueden convertir en los verdaderos líderes de una comunidad o de una nación; ellos, los valientes que jamás inclinarán la cerviz ante nada y ante nadie, debieran ser imitados por todas aquellas personas que se encuentran en una situación de riesgo porque es la única manera de construir un valladar, una muralla infranqueable para esta ola delincuencial que, los mismos encargados de ponerle un freno conforme a la constitución de nuestra República, han permitido y fomentado su crecimiento de manera que, se dice, nos han puesto de rodillas.
¡Pongámonos de pie, entonces! Luchemos y ganemos esta guerra en contra del mal. Empuñemos lo que podamos, principalmente nuestra dignidad, para defender nuestra libertad y la integridad física y moral de nuestra familia.

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