sábado, 31 de julio de 2010

TRAGEDIAS

En el curso de la semana que corre se produjo un lamentable hecho criminal en el que perdieron la vida tres personas que trabajaban para la Policía Nacional Civil tal como lo hacemos constar en el apartado que corresponde.
Cuando muere un soldado o un policía son muy pocos los comentarios que se derivan de un suceso talvez porque no conocemos personalmente a quienes mueren en el cumplimiento de su deber. Pero pienso que todos ellos debieran merecer cierto tipo de reconocimientos por cuanto su labor es peligrosa y está entregada al bienestar de la mayoría.
Es un hecho que cuando nos referimos a la Policía Nacional Civil la mayoría piensa en un ente copado por la corrupción y nos cuesta entender que una gran cantidad de instituciones públicas y privadas padecen del mismo mal: Se han corrompido hasta el tuétano; corrupción que abarca ahora hasta grupos religiosos que no han escapado a los tentáculos de quienes quieren apoderarse de todo.
En este caso especial en donde fueron asesinadas cuatro personas en la aldea de Camojaíto, una señorita encargada de servir comida a las personas que en esta cafetería se detenían y tres miembros de la DEIC, grupo especializado de la Policía Nacional Civil, responsable de las investigaciones.
No me referiré a los tres, porque solamente tuve el honor de conocer a uno de ellos, Alejandro Rivas Gómez, originario de una comunidad del municipio de Aguacatán y que se desempeñaba como Jefe de esta división aquí en Huehuetenango.
Cuando tuve el placer de hablar por primera ocasión con él, ya sabía, porque así me lo habían transmitido varias personas, que era un hombre respetable y respetado, que su trabajo lo desarrollaba con la mayor honestidad posible y que siempre fue reacio a aceptar prebendas, lisonjas o estipendios que no correspondieran a lo que oficialmente devengaba por hacer su trabajo.
Si alguien se le acercaba para solicitarle un favor, aceptaba comprometerse siempre y cuando ello estuviera dentro de los límites de la legalidad y la decencia. El concepto que siempre tuvo de la justicia correspondía a eso precisamente: A darle a cada quien lo que verdaderamente merecía.
Alejandro Rivas además, era un hombre bueno y eso, dentro de esa institución, ya es decir bastante. Seguro que como él, habrá otros cuantos dispuestos a entregar su vida por el bienestar de la población en el cumplimiento estricto de su deber.
Los acribillaron a balazos sin darles tiempo a nada por cuanto tenían ocupadas las manos en los alimentos; era la hora de su último almuerzo. Posiblemente los agentes que lo acompañaban y que murieron con él, eran igualmente honorables.
El Señor los tenga en el lugar que se ganaron a pulso en “este valle de lágrimas”, pero yo, en lo personal, lamento mucho que la PNC haya perdido con la muerte de Alejandro, a uno de sus mejores oficiales.
El crimen organizado avanza y solo un gobierno con agallas y un pueblo honrado pero valiente y firme, podrán detenerlo.

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