domingo, 2 de marzo de 2014

EMBARAZOS:

El problema de los embarazos, principalmente en niñas que oscilan entre las edades de 12 a 16 años, ha llevado al Departamento de Huehuetenango, a ocupar el primer lugar en los estudios realizados a nivel nacional; conforme va pasando el tiempo tal pareciera que empeoramos en lugar de mejorar.

            No podemos menos que preguntarnos ¿Las políticas oficiales que se implementaron hace tiempo son las correctas?

            Déjenme recordar al efecto que, durante el Siglo anterior, cuando los distintos medios de comunicación alertaron a los habitantes del País, que principiaba una ola de consumo de drogas que “podría” dejar una huella profunda en la formación de los adolescentes y jóvenes, ciertas organizaciones (ONGs, comenzaban a llamarles), manifestaron su profunda preocupación por lo que acontecía y, mediante planificación elaborada con todo cuidado, lograron el apoyo de los principales Ministerios que conforman el Organismo Ejecutivo; y comenzaron un recorrido impartiendo conferencias y talleres por aquí y por allá, con el supuesto propósito de alertar e impedir que aquella “peste” se convirtiera en una “epidemia” imposible de controlar.

            Recuerdo que los integrantes de aquella agrupación llegaron a Huehuetenango con bombos y platillos e hicieron una gran concentración en “el monumental Cine Lilý” (tal cual yo lo bauticé), al que asistieron los alumnos de la Educación Media de la ciudad. Como venían “expertos” en la materia, la atención podría haberla calificado de 100 puntos. Pero lo que ocurrió, cuando los conferencistas concluyeron sus exposiciones, me impactó de manera inconcebible: Preguntas y respuestas, públicas y privadas, se concentraron en la mejor forma de drogarse; cómo hacer las mejores mezclas para obtener los resultados óptimos; qué tipo de productos legales e ilegales utilizar y otras similares. La actividad dio como consecuencia que en los alumnos de aquella época se despertara un inusitado interés por utilizar algún tipo de droga. Las drogas se conocieron, se divulgaron, se generalizaron y se utilizaron más de la cuenta. Siempre me he preguntado ¿Eso era realmente lo que querían? ¿Quién los financió? ¿Acaso pagaron los mismos cárteles del narco en formación?

            Ahora, en estas actividades que se realizan con asiduidad sobre el problema de los embarazos infantiles y juveniles, supuestamente para evitarlos, he sabido que en algunas de ellas, luego de las pláticas, conferencias y talleres, la consigna es regalar preservativos y condones a las asistentes.

            Les hablan sobre que la manera de prevenir tanto los embarazos como las nombre que Ud. quiera), es la utilización adecuada del condón; es muy difícil que les digan que el preservativo jamás ha sido cien por ciento seguro porque utilizan látex de ínfima calidad para su fabricación y aunque fuera “súper”, tampoco sería seguro. Tampoco les hablan de que ahí mismo se fomenta la promiscuidad y la prostitución; más bien las inclinan a que se “relajen” que, mientras utilicen condones, no habrá problema.

            Es cuando me asalta de nuevo la misma pregunta que me hice el siglo pasado: ¿Quién o quienes financian estas actividades? ¿Tendrán algo que ver las industrias “condongueras” o “condoneras”? (El nombre es lo de menos).

            ¿Por qué no les dicen a estas niñas, adolescentes y jóvenes que la única manera totalmente segura de prevenir los embarazos, es la abstinencia total mientras no tengan la edad suficiente para discernir sobre lo correcto y lo incorrecto, lo conveniente o inconveniente, sobre “lo bueno” y lo “malo”;  razonar luego de madurar, esperar a la mayoría de edad? ¿Por qué no contratan a personas absolutamente incorruptibles, con una mentalidad puesta en el bienestar general, que les hable de la responsabilidad que tienen ante sí mismas, ante su familia, la sociedad y Dios, principalmente? ¿Por qué no les dicen que deben respetarse, que deben respetar su cuerpo y atender los mensajes Divinos en el sentido de no prostituirse por “treinta monedas”?.

            En fin, un poco de ética y de moral, un poco de respeto a los principios y valores universales que nos hacen respetables desde nuestra más tierna infancia, no caerían nada mal.

            No repartan babosadas; recuérdenle a los padres de familia el deber ético y moral que tienen frente a sus hijos.

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