domingo, 15 de junio de 2014

MEDIOS DE AGRESIÓN:

Conforme avanza el tiempo y nos vamos acercando a la convocatoria para las elecciones del año entrante, muchos de los partidos políticos que cuentan con suficientes fondos y que con un descaro descomunal adelantaron su propaganda política disfrazándola de mil maneras, han “conquistado” no solo espacios, sino medios de comunicación que, totalmente, se prestan para violentar las leyes del País. Por eso, en esta columna de opinión, les llamamos “medios de agresión”.
            ¿Por qué? Porque desafortunadamente en Guatemala, cuando se habla de propaganda política, ya sabemos que esos “medios” se dedicarán a la descalificación, al insulto, a la injuria, a la calumnia y a la difamación de los supuestos adversarios a quienes tratan como que si fueran sus más acérrimos enemigos, figuras que, cual puntos clave de “tiro al blanco”, habrá que destruir, no a balazos, pero sí a lenguazos. Y hay que recordar que uno se salva de un balazo, pero difícilmente de un lenguazo lanzado con veneno, con rabia y con total irresponsabilidad.
            En Guatemala carecemos de la cultura necesaria para participar en lides políticas de altura; somos incapaces de lanzar una campaña para promover las virtudes, cualidades y méritos de nuestros candidatos; incapaces de hablar con propiedad e inteligencia de planes y programas de trabajo; no podemos mencionar, ni por asomo,  los cambios que se esperan en beneficio de la comunidad si votamos en cierto sentido. Es probablemente porque a quien apoyamos y queremos que gane “a puro tubo”, carece de méritos, cualidades y virtudes que quisiéramos admirar en quienes se lanzan a la palestra.
            Lo que nos dedicamos a hacer, de principio a fin de cada campaña política (y aún sin campaña política de por medio) es a destruir, a como dé lugar, a aquel o aquellos que pensamos que pudieran ganarle a nuestro candidato; y lo hacemos sin miramientos, sin pudor y con un descaro y una aversión que nos ocasiona “vergüenza ajena”. Y uno se pregunta “¿Cómo pueden?”.
         Tenemos que admitir que a todo lo anterior, debemos agregar el hecho de que, entre nosotros, “hecha la ley, hecha la trampa”. ¿Cuántas radios “piratas” funcionan aquí entre “nos”? ¿Cuántos medios de agresión (perdón, quise escribir de comunicación) están en poder de personas que no saben “ni jota” del manejo correcto de la  “información” o de la supuesta  “opinión” que se atreven lanzar al aire, pasándose por “el arco del triunfo” la ética profesional y múltiples leyes y normas de la materia.
            Precisamente por algunos sujetos que han incursionado en el “periodismo” con marcados intereses espurios y abominables y a los que no les importa el bienestar de la comunidad, sino únicamente conservar su “status quo”, o sea su riqueza, su comodidad su bienestar personal, odiando a todos los que los rodean y presumiblemente, odiándose a sí mismos es que, para mi tristeza y decepción, cuando se realiza una encuesta entre niños preguntándoles ¿Qué quieren ser cuando sean grandes?, ni uno solo (y eso me consta y me angustia), ni uno solo, (reitero), contesta “Yo quiero ser periodista”. Obviamente algunos de nosotros tenemos la culpa de ese rechazo total a una profesión tan hermosa, venida a menos por tanta incursión repugnante de ciertos “periodistas”.
            No quiero ni pensar que pasará más adelante, cuando algunos de nosotros, por errores o aberraciones cometidas en el desempeño de esta labor (que nos puede hacer caer en situaciones delictivas), vayamos a parar directamente  al “bote” o a la tumba.

            Yo por lo menos, exclamaré (si me dan tiempo): Cuánta razón tenían los niños de mi pueblo, de jamás, querer ser periodistas.

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