MEDIOS DE AGRESIÓN:
Conforme avanza el tiempo y
nos vamos acercando a la convocatoria para las elecciones del año entrante,
muchos de los partidos políticos que cuentan con suficientes fondos y que con
un descaro descomunal adelantaron su propaganda política disfrazándola de mil
maneras, han “conquistado” no solo espacios, sino medios de comunicación que,
totalmente, se prestan para violentar las leyes del País. Por eso, en esta
columna de opinión, les llamamos “medios de agresión”.
¿Por qué? Porque desafortunadamente en Guatemala, cuando
se habla de propaganda política, ya sabemos que esos “medios” se dedicarán a la
descalificación, al insulto, a la injuria, a la calumnia y a la difamación de
los supuestos adversarios a quienes tratan como que si fueran sus más acérrimos
enemigos, figuras que, cual puntos clave de “tiro al blanco”, habrá que
destruir, no a balazos, pero sí a lenguazos. Y hay que recordar que uno se
salva de un balazo, pero difícilmente de un lenguazo lanzado con veneno, con rabia
y con total irresponsabilidad.
En Guatemala carecemos de la cultura necesaria para
participar en lides políticas de altura; somos incapaces de lanzar una campaña
para promover las virtudes, cualidades y méritos de nuestros candidatos;
incapaces de hablar con propiedad e inteligencia de planes y programas de
trabajo; no podemos mencionar, ni por asomo, los cambios que se esperan en beneficio de la
comunidad si votamos en cierto sentido. Es probablemente porque a quien
apoyamos y queremos que gane “a puro tubo”, carece de méritos, cualidades y
virtudes que quisiéramos admirar en quienes se lanzan a la palestra.
Lo que nos dedicamos a hacer, de principio a fin de cada
campaña política (y aún sin campaña política de por medio) es a destruir, a
como dé lugar, a aquel o aquellos que pensamos que pudieran ganarle a nuestro
candidato; y lo hacemos sin miramientos, sin pudor y con un descaro y una
aversión que nos ocasiona “vergüenza ajena”. Y uno se pregunta “¿Cómo pueden?”.
Tenemos que admitir que a todo
lo anterior, debemos agregar el hecho de que, entre nosotros, “hecha la ley,
hecha la trampa”. ¿Cuántas radios “piratas” funcionan aquí entre “nos”?
¿Cuántos medios de agresión (perdón, quise escribir de comunicación) están en
poder de personas que no saben “ni jota” del manejo correcto de la “información” o de la supuesta “opinión” que se atreven lanzar al aire,
pasándose por “el arco del triunfo” la ética profesional y múltiples leyes y
normas de la materia.
Precisamente por algunos sujetos que han incursionado en
el “periodismo” con marcados intereses espurios y abominables y a los que no
les importa el bienestar de la comunidad, sino únicamente conservar su “status
quo”, o sea su riqueza, su comodidad su bienestar personal, odiando a todos los
que los rodean y presumiblemente, odiándose a sí mismos es que, para mi
tristeza y decepción, cuando se realiza una encuesta entre niños preguntándoles
¿Qué quieren ser cuando sean grandes?, ni uno solo (y eso me consta y me
angustia), ni uno solo, (reitero),
contesta “Yo quiero ser periodista”. Obviamente algunos de nosotros tenemos la
culpa de ese rechazo total a una profesión tan hermosa, venida a menos por
tanta incursión repugnante de ciertos “periodistas”.
No quiero ni pensar que pasará más adelante, cuando
algunos de nosotros, por errores o aberraciones cometidas en el desempeño de
esta labor (que nos puede hacer caer en situaciones delictivas), vayamos a
parar directamente al “bote” o a la
tumba.
Yo por lo menos, exclamaré (si me dan tiempo): Cuánta razón tenían los niños de mi pueblo,
de jamás, querer ser periodistas.
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