domingo, 30 de noviembre de 2014

VIRGEN DE CONCEPCIÓN




Fotografías de Melvy Palacios.
El 15 de Octubre de 1,878, por medio de un Acuerdo Gubernativo, se estableció oficialmente lo que se llamaría la Feria de El Carmen que se celebraba en los Llanos de Aguilar los días 15 y 16 de Julio de cada año; se trataba de una fiesta singular que atraía a la gente de aquel entonces que disfrutaba principalmente de las carreras de caballos y las corridas de cintas; también se contaba con la novedad de “la rueda de caballitos” que, guardando las distancias, todavía existe.
            El 17 de Agosto de 1,934 se emite el Acuerdo por medio del cual el Gobierno de la República establece que, a partir del siguiente año, se cambiará dicha actividad para convertirla en la Feria Departamental de Julio a celebrarse en los días comprendidos entre el 12 y el 18 de Julio de cada año.
            Pero existe un paréntesis del que deseamos hacer mención por cuestiones puramente históricas: El 10 de Septiembre de 1,892 había quedado establecida la Feria Titular de la Cabecera Departamental de Huehuetenango que, a partir de aquel año, principió a celebrarse en los días del 5 al 8 de Diciembre de cada año, en honor de la Patrona de la ciudad, la Virgen de Concepción. Aquellas fiestas siempre se celebraron en el centro de la cabecera adquiriendo un auge extraordinario que, al paso de los años, fue decayendo pero que no desaparecen porque se trata de una tradición eminentemente católica que se remonta a muchos lustros atrás. Esto a pesar de que, oficialmente, la fiesta de Concepción, desaparece en 1,934.
            Basta recordar que el Templo católico, convertido en Catedral al paso de los años fue erigido en honor de la Inmaculada Concepción de María, habiéndose iniciado los trabajos una clara mañana del mes de Abril de 1,867 bajo la dirección del Padre Juan Bautista de Teherán a quien apoyaron los hombres y mujeres pobres del municipio.
A pesar de las arremetidas que tuvo que sufrir la construcción por parte de la soldadesca de Justo Rufino Barrios y Serapio Cruz (Tatalapo) que, no obstante su número y armamento superiores, jamás pudieron tomar la plaza de Huehuetenango, la Iglesia fue consagrada el 8 de Diciembre de 1,874. Durante los años precedentes fue el Padre Manuel Vicente Castañeda y Muñoz (un nombre que los fieles católicos de Huehuetenango jamás deben olvidar) quien con sacrificios sin cuento pero con el apoyo mayoritario de la feligresía, logró la culminación de esta bellísima obra digna de admiración.
Es de hacer constar que en aquella inolvidable fecha, dieron “su primer concierto”, las hermosas ocho campanas que se echaron al vuelo y que fueron “fundidas” por el experto don Sabino Órrego, radicado en la ciudad de Guatemala y quien recibió el encargo tres años antes; por eso las campanas tienen fechas diferentes grabadas en el exterior de sus copas. Poseen una aleación de cobre, estaño, plata y oro que les da un “timbre” claro y sonoro. Fueron transportadas desde la capital por veinte carretas y cuarenta yuntas de bueyes, propiedad de don Raymundo Mayén (transportista) a quien le cupo el honor de semejante proeza; llegó a esta ciudad el 2 de Diciembre de aquel año. El padre Castañeda contó con el tiempo necesario para “afinarlas”, otorgándole a cada una de ellas, la nota que le correspondía para evitar cualquier disonancia.
Previo al Día de la Virgen y a las seis en punto de la tarde, sin el “aviso musical” del reloj de la torre porque todavía no existía (se “estrenó” en 1,887), ni las campanas de la Iglesia, el firmamento de Huehue se tachonó de luces y estallidos que, cual saetas multicolores dejaron en el cielo “una rauda cabellera de chispas de oro”. Tal fue la cohetería dedicada a la Virgen, que aún pervive y que obviamente, venía de años atrás.

Cuando en la Misa tempranera del 8 de Diciembre de 1,874 el Padre Castañeda alzó, con sus manos temblorosas, “el santo emblema de la eucaristía” dio inicio aquel primer gran concierto de las ocho campanas que se echaron al vuelo, en el primer repique que llegó hasta lo más profundo del alma de aquellos vecinos que jamás imaginaron algo tan espectacular. Ninguno de los primeros oyentes vive, pero nosotros “volamos”, con las alas de la imaginación, a aquel momento sublime de las fiestas en honor a nuestra Virgen de La Inmaculada Concepción de María que fue seguramente clamoroso y sublime.

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