sábado, 5 de septiembre de 2009

LEYENDA DEL ORIGEN DE LAS PIEDRAS DE CAP TZIN

Ya había invitado a mis amigos de la televisión, que creo que son muchos, para que estuviesen pendientes de un semanario anterior en el cual copiaría una leyenda que me vi compelido a escribir ante la petición de un grupo de generosas damas huehuetecas que la presentaron, convenientemente dramatizada, en una reunión efectuada en el municipio de San Pedro Soloma. No lo había podido hacer ante la atención que debimos prestarle a otros asuntos importantes en esta labor periodística; pero decidí que ahora, ya no demoraría mas esta publicación. Ojalá que agrade:

HISTORIAS CRUZADAS
Leyenda Huehueteca
Por Héctor Leonel Alvarez Galindo


La ciudadela fortificada de Zaculeu estaba situada en uno de los parajes mas hermosos de la antigua civilización Mam; rodeada de toda clase de fauna silvestre, se erigía como cuna de la paz y de la tranquilidad, significándose como un emporio ejemplar de la felicidad.
Reinaba en esa región un hombre cuya bondad y valentía nadie puso jamás en tela de duda: Kaibil Balam que, a la muerte de sus padres, fue señalado por los dioses para guiar a su gente en la crisis anunciada por los oráculos del pueblo: La llegada de los invasores.
Kaibil Balam, solamente tenía dos debilidades espirituales: Su hermano menor Akik Balam y su prometida, la princesa Xinabajul.
El joven Akik, bello ejemplar masculino, alto, delgado, de tez morena-clara, cabello ondulado y profundos ojos negros, que conjugaban perfectamente con su nariz aguileña que le daban aires de “dios en vacaciones”.
La princesa Xinabajul, simplemente hermosa; los dioses le otorgaron una piel mas clara que a todos los demás; le colocaron dos estrellas iridiscentes en el rostro y unos labios carnosos de diseño perfecto; su cuerpo, cimbreante y curvas soñadoras, atraían las miradas furtivas del cortejo masculino de la tribu.
Akik, estaba muy consciente de la atracción que ejercía entre las adolescentes y mujeres jóvenes de su pueblo y...¿Por qué ocultarlo? ...También en una que otra “comprometida”. Y él era díscolo, enamoradizo e inventó un “paseíto” en el que fue acompañado por varias muchachas atrevidas.
Salían furtivamente de Zaculeu a través de un túnel que tenía su primera salida secreta a la vera del río Selegua; de ahí, por veredas casi desconocidas que atravesaban grandes llanuras pobladas de pastizales y vegetación multicolor, se dirigían primero al Sur y doblaban hacia el Este, hasta llegar al cerro Tajaguaquish; aquí el príncipe invitaba a su pareja de turno a ingresar a una pequeña cueva acampanada, que tenía una fuente con agua cristalina y pura; de la parte superior brotaban gotas de agua de distinto tamaño que, al caer a la fuente, arrancaban notas musicales diversas de un sonido que, en conjunto, parecían una dulce melodía de amor.
Akik, aconsejado por el “dios del corazón”, hacía beber a sus acompañantes sorbos de agua de la fuente, a sabiendas de que con esa “pócima”, se aseguraba dos cosas: El amor de la chica y que nunca se marcharía de la región de Zaculeu.
Luego de la visita al Cerro Tajaguaquish, emprendían el camino de vuelta a la fortificación, pero por otras veredas; bajaban con dirección al Oeste y siempre por senderos que solo él conocía, se introducían en una especie de cueva de una gran longitud; la entrada de la cueva que Akik le llamó “El Hoyo Oscuro”, estaba bien disimulada por los arbustos y vegetación que poblaba el sector; luego de un tiempo, salían muy cerca del río y siguiendo toda la vera, llegaban de nuevo por el lugar en donde habían emprendido el “recorrido”al salir de la ciudadela; casi nadie notaba la ausencia y todos en paz.
Pero Akik, despreocupado por lo que vendría con la invasión de los extranjeros, no era feliz; en su corazón ardía una llama que, a poco, se convertía en el peor de los incendios; amaba y deseaba desesperadamente, a la Princesa Xinabajul; no hablaba pero sus ojos siempre estaban prendidos de ella, su corazón escuchaba sus palabras y conocía sus pisadas; la adivinaba antes que apareciera; sabía donde estaba y algunas veces, la había espiado mientras se bañaba en su poza preferida; la amaba mas que a su vida y daría cualquier cosa por conquistarla a pesar de ser prometida de su hermano Kaibil; este trabajaba noche y día en la preparación de la defensa de la ciudad Mam. Ese era su deber, lo cumplía y su pueblo lo admiraba y lo respetaba por ello.
La princesa por su parte, que amaba a Kaibil, sabía lo que ocurría en el corazón de Akik, pero con su humildad, su bondad y su sabiduría de mujer, pretendería disuadirlo de una vez por todas.
De pronto se escucharon con mucha intensidad los rumores de que los extranjeros se aproximaban a las tierras del ahuehuetl y Akik pensó que era su oportunidad...
Invitó a la Princesa para acompañarlo diciéndole que eran instrucciones de Kaibil para alejarla un poco de la psicosis creada en el fuerte y ella confiada, aceptó de inmediato.
Caminaron entre la fauna silvestre y Akik aprovechó para deslizarle al oído sus cuitas de amor; la Princesa respondía con amabilidad pero con evasivas; llegaron a la cueva del Cerro Tajaguaquish y el príncipe pretendió hacerla beber el agua de la fuente pero ella con gentileza, se negó; descendieron del cerro para dirigirse al “Hoyo Oscuro” y Akik estaba seguro que en el interior, vencería la resistencia de la Princesa Xinabajul. ¡Que equivocado estaba! Ella se defendió con entereza y energía y Akik fracasó en su tentativa, pero cuando salieron del lugar casi había anochecido.
Ambos se dieron cuenta que las sospechas de Kaibil Balam caerían como rayos destructores sobre su humanidad; Akik subió al árbol mas alto que encontró y pudo darse cuenta que partidas de guerreros los buscaban por doquier. Entonces ¡Decidieron huir!. Sabían que les seguirían la huella, pero tenían la esperanza de burlar a sus perseguidores; contemplaron “la sierra madre” y se dirigieron hacia allá...
La noche oscura como pocas; mientras ascendían el frío se hacía insoportable; buscaron y encontraron ramas con pequeñas hojas tupidas que se adhirieron al cuerpo con “mecates” para paliar el frío; cada poco Akik aplicaba el oído izquierdo a ciertos lugares del sendero y calculaba la distancia de “la partida” que los seguía por los pasos que percibía. De pronto encontraron una cueva y decidieron descansar y dormir. Xinabajul lucía triste pero tranquila; Akik, arrepentido, pensaba como hacer para salvarla a ella, inocente, de la delicada situación en que había colocada a esta bellísima mujer, sobre todo, porque en ningún momento, ella le recriminó su deleznable actitud.
Allá en la ciudadela de Zaculeu, Kaibil Balam, que tenía un volcán en el alma, no podía comprender como las personas que mas quería en la vida, habían huido juntos; se sabía confundido pero no traicionado...!Tenía que haber una explicación! Por eso ordenó a los soldados que envió tras ellos que no les hiciesen daño; que simplemente los trajeran de vuelta...Pero esa determinación la ignoraban los perseguidos.
A punto de amanecer en la “sierra madre”, los muchachos siguieron su marcha, bebiendo el jugo de algunas plantas para tomar fuerza y energía. Al cabo de algún tiempo llegaron a la meseta y caminaron con mas facilidad por ella; se sorprendieron al notar que la vegetación disminuía y a cambio se “toparon” con un terreno casi estéril, escarpado y pedregoso.
Los dioses le susurraron a Akik que aquello era el fondo de un mar antediluviano que se secó y que a partir de ahí, ninguno de los dos debía mirar hacia atrás a riesgo de quedar petrificados. Les costaría mucho porque en la última “escucha” que había efectuado el príncipe, calculó que los “sabuesos” de Kaibil estaban cada vez mas cerca.
Sabían que al pasar la meseta y estar del otro lado de la sierra, encontrarían las cataratas y el río que sería su salvación y caminaron tan velozmente como las fuerzas se los permitieron.
Pero al principiar el descenso del otro lado de la gran montaña, en un momento en que Akik debió adelantarse para buscar alimentos, Xinabajul creyó que sus perseguidores estaban tan cerca que no resistió la tentación de mirar hacia atrás; y la “sentencia” de los dioses se cumplió: La bella y hermosa Princesa Xinabajul quedó petrificada.
Akik, unos metros adelante, pero en una de las partes altas de la montaña, al sentir que Xinabajul no caminaba y pensando que a lo mejor sus perseguidores la habían capturado, también lanzó su mirada hacia atrás y los dioses lo castigaron tal cual se lo habían hecho saber: Se convirtió en piedra...
Y ahí quedaron para eternas memorias; los dioses fueron implacables con ellos; el recuerdo del profundo amor y la fidelidad de la Princesa Xinabajul hacia Kaibil Balam y la pasión obsesiva y pecaminosa de Akik por quien debió ser su cuñada y jamás debió amar, quedaron plasmados para la posteridad en las piedras de Captzín.

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