domingo, 17 de agosto de 2008

LA OPINIÓN PÚBLICA

Muchos de nosotros, ciudadanos de la llanura, cuando se nos interroga sobre lo que pensamos de la opinión que las demás personas tengan de nuestra manera de actuar dentro de la sociedad, simplemente nos encogemos de hombros y contestamos: “eso es lo que menos me importa”; y de hecho a una cantidad indeterminada de personas realmente no les interesa pero a muchos otros si que nos importa.
El prestigio, el crédito de las personas se va construyendo sobre la base de una actitud digna frente a nuestros compromisos de toda índole; de esta manera se va generando la famosa “hoja de vida” que nos enorgullece o nos avergüenza al paso de los años; en caso de que nuestra vida tenga algunas “manchitas” por ahí, hasta el crédito bancario o financiero se nos negará.
Cuando escribimos sobre una “hoja de vida” no nos referimos claro está, a un papel en donde se hallan escrito nuestras fortalezas y debilidades; en esta época de grandes avances tecnológicos, principalmente en el tema de las comunicaciones, ya no se necesita del dichoso papel; hoy una gran cantidad de información nuestra, especialmente en el tema de las finanzas, está disponible en el ciberespacio para aquellas instituciones y personas inscritas que pagan el servicio; si se nos olvidó pagar un crédito, ahí está.
Pero existen en la actualidad muchos medios para investigar, en caso de que sea preciso y necesario, a personas y entidades, de manera de no caer en una estafa o engaño que podría robarnos la tranquilidad, además de pérdidas cuantiosas de capitales y ahorros.
En el caso de los políticos, la opinión pública cuenta y mucho; según el “rating” que cada quien posea dentro los estudios pertinentes que se realicen al respecto, así se irá definiendo el futuro político del interesado.
Hoy, apenas han ingresado al servicio público por elección popular, ya están pensando en la re-elección, quienes no tienen prohibición constitucional para aspirar a un segundo período; a partir de su primera elección la opinión pública cuenta y mucho para ellos; cuando principian a ejercer el cargo de que se trate, todos los políticos saben que permanecen en “la mira” de los ciudadanos que los juzgan con ojo clínico; aquí principian a perder popularidad si no actúan con sabiduría o a ganar adeptos para una posible re-elección.
La altanería, la soberbia, la prepotencia y el abuso, son “pecados” que algunos de los electos cometen con demasiada frecuencia (para su desgracia), acompañados por la enfermiza ambición de hacer dinero a como de lugar.
Hace pocas semanas uno de nuestros “dilectos” alcaldes acudió a determinada instancia para comunicar que había despedido al Tesorero Municipal porque “ese ya robó todo lo que pudo”. Ahora nombramos otro, afirmó, para que “nos ayude a los de la nueva municipalidad para que podamos robar y el también se quede con su “poquito””. Y cerró su exposición con esta lapidaria frase: “Los anteriores ya se enriquecieron ¿Acaso nosotros no tenemos derecho también?”.
Ante esto, señores, que es ni mas ni menos, la manera de pensar y de actuar de muchos de los nuevos funcionarios, ¿En donde queda la opinión pública? Tal parece que nos les interesa. Lo que les importa es tener suficiente plata para asfaltar con ella el camino a la re-elección mediante la compra de voluntades y la eliminación de cuanto obstáculo se ponga enfrente.

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