PROFESIONES EN ENTREDICHO

La curva descendente en la calidad educativa de nuestro país, en todos los niveles, es una realidad reconocida desde hace algunos años en los múltiples estudios que se han realizado y en una gran cantidad de trabajos de investigación efectuados al respecto.
Ante esta realidad indiscutible, es mas que sorprendente que las autoridades que mucho tienen que ver en el asunto, no hayan tomado las medidas correctivas que debieron implementarse hace tiempo, para revertir la caída.
Es posible que algunos rectores de universidades privadas hayan hecho o estén haciendo lo que mas conviene pero, en la Universidad Estatal que se supone que es la universidad del pueblo y que además, es en donde se debieran tomar medidas urgentes de “sanidad” de este problema, prácticamente no se hace nada; todo sigue igual o peor y las consecuencias son funestas para el desarrollo del País.
En niveles educativos inferiores, es posible que algún funcionario encargado del Ministerio de Educación, en algún momento, durante los últimos 40 o 50 años, haya girado instrucciones para planificar un cambio rotundo y positivo en la educación de los niveles pre-primario, primario, básico o diversificado pero, a la llegada de su sucesor, lo que bien empezó, tiene un final infeliz; los planes nunca han funcionado porque no tienen vigencia ni siquiera los cuatro años del período presidencial. Hace mucho tiempo que no se da un plan estructural educativo, concebido pedagógicamente, para cambiar todo esto que ya huele muy mal.
El resultado de haber politizado toda la educación guatemalteca, desde sus inicios, se ha venido sufriendo desde hace años: Alumnos que salen de sexto año sin saber leer y escribir; estudiantes del ciclo de educación básica que no saben nada; egresados del nivel diversificado, en cualquiera de las carreras que eligen, cuya “preparación” es tan deficiente, que son incapaces de ingresar con visos de éxito, a una universidad privada de prestigio porque no tienen la calidad que se necesita.
Y ¿Qué decir de los flamantes graduados de la universidad? Si son ingenieros o arquitectos, sus obras de infraestructura se han derrumbado al primer embate de los fenómenos naturales; sin son abogados, sus incontables errores los pagan quienes confiaron en ellos, con la pérdida de propiedades y juicios que ahora los mantienen purgando penas en las deprimentes cárceles de nuestro país, siendo totalmente inocentes; no tuvieron el suficiente dinero para pagar por su libertad, ni al abogado que detuvo la “fuerza de la justicia” porque no hubo suficiente “aceite” para mantenerla en movimiento.
Y ¿Los “errores” de los médicos? Se quedaron parapléjicos, inválidos, mudos, sordos, ciegos o están “durmiendo” el sueño de los justos en una tumba fría. Las familias que han perdido a sus seres queridos actúan, en medio de su intenso dolor, de diferente manera: Algunos han iniciado ya juicios encaminados al castigo de los supuestos responsables que, aunque los ganen, no les devolverá a quien la estupidez e ignorancia de un médico chapucero, les arrebató de la peor manera. Otros, que perdieron quizá a un hijo menor (que es una de las peores penas que puede sufrir alguien la vida), no quieren ni piensan en actuar, no por respeto o temor hacia el “graduado universitario” que se los quitó, sino por respeto a sí mismos y el profundo amor hacia su pequeño, a quien no desean que un “cuchillero”, como hay tantos, destroce aún mas (en una autopsia, por ejemplo), el pequeño cuerpo de su hijo prácticamente asesinado por alguien que tiene licencia para hacerlo.
El dolor y la rabia es intenso en los dolientes, muchos de los cuales se declaran impotentes, ante la imposibilidad de encontrar justicia terrena y esperan solamente la Justicia Divina. Y les terminan de arruinar la vida los famosos Hospitales Privados que, a pesar de estos “errores trágicos y fatales”, pasan su cuenta de muchos miles de quetzales como que si nada hubiese ocurrido o como si le hubieran salvado la vida a quien ingresó con un mal menor y lo egresaron en una caja mortuoria.
Hacemos la salvedad de que en medio de esta “podredumbre universitaria” existen todavía honorables excepciones, muy respetables.