sábado, 21 de agosto de 2010

PLAGA

Como una de las siete Plagas del Apocalipsis, así nos ha caído de nuevo a todos los pobladores de la ciudad de Huehuetenango, la inundación de basura y de todo tipo de “porquería” que como una ola gigantesca invadió nuestro otrora bella y hermosa cabecera departamental.
A algunos de nuestros lectores les parecerá algo así como un “disco rayado” que nos refiramos por enésima vez a la misma situación; pero quienes se sienten como nosotros, desesperados, avergonzados y con una especie de ignominia ocasionada por la inverecundia de los actores principales de este deshonroso asunto, entenderán por qué la relación de hechos continuada.
Y es que los propietarios del área en donde está situado el vertedero, en el caserío Tres Cruces de la aldea Cancábal del municipio de Malacatancito, alegando falta de pago, evitaron el paso, entrada y salida, de los camiones contratados para la recolección de los desechos sólidos de la ciudad; estos a su vez se negaron a cargar, argumentando el riesgo de pudrición de las carrocerías de madera de sus vehículos; por su parte, algunos de los actores principales de este mal-oliente asunto, despotricaron contra la empresa a la que, en su momento, sangraron cual sanguijuelas, en la certeza que la hemorragia que le causaron, había terminado con la sangre de la que podían seguirse nutriendo de tan mala manera.
La empresa de la extracción de los desechos sólidos que, conforme a las declaraciones de uno de sus gerentes, llegó con el propósito de colaborar con los huehuetecos para resolver la problemática, hija de la codicia y la desmedida ambición de algunos otros, no se ha pronunciado hasta el momento; y si es cierto que como un grupo de saneamiento ambiental dispusieron abandonar la lucha propuesta a pesar de la fuerte inversión de recursos de toda índole que efectuaron, será porque se encontraron con que, talvez se pueda sanear la ciudad, materialmente hablando, pero es imposible sanear los ambientes entre los cuales ellos necesariamente debían conectarse y negociar en virtud de que están absoluta y totalmente contaminados por esa desdichada enfermedad que, al paso del tiempo, ha avanzado destruyendo principios y valores (si es que alguna vez existieron): La corrupción con síntomas de megalomanía extrema.
Quienes conocen algunos detalles de este entramado triste y oprobioso saben exactamente a que me refiero y también están convencidos que a este paso, Huehuetenango es un municipio que corre al abismo.
Pero lo peor es que nosotros, los ciudadanos de la llanura, los ciudadanos sin ambiciones políticas y los vecinos honestos y decentes en general, estamos pagando las consecuencias de nuestros propios errores (y el mayor de todos: El de omisión), porque no solo elegimos mal, sino que evitamos poner en cintura a quienes, con el mayor descaro del mundo, son capaces hasta de “hacer sus necesidades” sobre toda la ciudad; para ellos no existe el pudor, la moralidad, la prudencia ni el decoro.
Ante la mirada pasiva de nosotros se ha desarrollado una que parece película de horror a la que todavía le faltan algunas escenas truculentas y descaradas. ¡A ver si alguna día dejamos de ser espectadores pasivos de nuestra propia desgracia y de la plaga que nos está “despellejando”!.

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