lunes, 27 de diciembre de 2010

NAVIDAD

El semanario que corresponde a esta penúltima semana del año 2,010 lo estamos concluyendo precisamente el día 25 de Diciembre, la conmemoración del Nacimiento del Niño Dios a mas de 2,000 años del inicio del Cristianismo.
La prédica que nos trajo Jesús desde su nacimiento es la que se refiere al amor que debiéramos sentir por nuestro prójimo, al perdón, la humildad, la solidaridad, la fraternidad y tantos sentimientos nobles que, precisamente, afloran en la mayoría de los corazones en esta época que, aunque despierte un sentimiento de nostalgia, también hace surgir en nuestros corazones la idea Cristiana de “amarnos los unos a los otros”.
En algunos casos pretendemos demostrar ese amor por medio de regalos materiales que por eso, no significan mayor cosa. Pero cuando el regalo se hace acompañar por la mejor de nuestra sonrisas y lo mas puro de nuestros sentimientos de amor, aunque sea algo que no cuesta mucho en términos monetarios, tendrá un valor singular para la persona que lo recibe porque será la representación de un amor puro y sincero.
Los regalos que intercambiamos significan la extensión de los presentes que Los Reyes Magos llevaron a Jesús en el pesebre de la cueva de Belén: Oro, incienso y mirra: El oro para el Rey de la humanidad que nacía, el incienso por la Divinidad de su origen y la mirra como símbolo de profecía ante la pasión que sufriría 33 años después.
Todo lo que nos relata La Biblia en torno a este acontecimientos trascendental para la humanidad se plasma en las tradiciones que seguimos actualmente: Las posaditas, los nacimientos y la felicidad que nos embarga en esta fecha cuando nos reunimos con los miembros de la familia; porque siempre se ha dicho: Esta es una fiesta familiar que trata de compartirse con las personas que amamos y con quienes tenemos cerca de nuestro entorno.
Recién leí un documento cuyo autor se hace una pregunta: ¿Por qué la Navidad no se celebra todo el año? Así afirma él, estaríamos siempre dispuestos a amar y perdonar; dispuestos a extraer lo mejor de nosotros mismos para plasmarlo en nuestras relaciones interpersonales; preparados y listos para hacer una pausa en las diferencias que nos distancian; contentos de decretar una tregua en los peores conflictos internacionales y felices porque vivamos en paz y con tranquilidad.
¡Que bueno sería que los términos conciliatorios que hacemos relucir en la Navidad nos acompañaran todo el año! Un mundo sin guerras, Países sin crímenes horrendos, municipios sin linchamientos y familias “amarradas” con lazos de amor y de ternura, tal como lo predicó Jesús...
Lamentablemente en este momento de la historia y ubicándonos en Huehuetenango, tenemos que reconocer que es una utopía y como tal, inalcanzable, lejana y prácticamente, imposible.
Pero talvez algo se puede hacer mediante la intervención de los líderes sociales, políticos, educativos y religiosos que, dejando botados sus intereses particulares a la mitad de la calle, pudieran iniciar una batalla pacífica en pos de los altos ideales de la convivencia pacífica que podría ganar la guerra cuyo propósito final sería la convivencia amigable y amorosa entre los integrantes de nuestra comunidad.
FELIZ NAVIDAD AHORA Y SIEMPRE.

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