ESTADO DE ALARMA
Eso fue precisamente lo que ha vivido la población huehueteca en la amanecida del día lunes 23 de Mayo cuando, al despuntar el alba, se escuchó el ronronear de los motores de por lo menos tres helicópteros que sobrevolaban el cielo de la ciudad supuestamente en búsqueda de antisociales refugiados en Huehue.
Pero no era solo el ruido de los motores de las naves aéreas, eran también los motores de vehículos terrestres de todo tipo, algunos de ellos artillados, propios de las batallas heroicas, todos con suficiente personal de la DEA, del DEIC, del Ejército Nacional, de la PNC y del Ministerio Público; ese personal procedente de otras regiones del País, principalmente de la capital de la República acudió a la cita con trajes de campaña, enriquecidos con armamento poderoso como si se tratara de solventar con metralla, un duelo previamente pactado. Miembros de las fuerzas de seguridad acantonados en Huehuetenango quedaron al margen de esta que se supuso, una operación de altísimo nivel por el equipo y número elevado de efectivos de aire y tierra.
Con todo esto que escuchó una buena parte del pueblo huehueteco no hacía falta el ulular de las sirenas para poner sobre-aviso a tirios y troyanos, actuando cada quien como mejor le convenía. La alarma, la angustia, el ignorar que pasaba y el pesimismo cundió por toda la ciudad; algunos padres de familia decidieron que sus hijos en edad escolar se quedaran en casa; otros, los mas, los mandaron a los centros de estudios pero se quedaron con el alma en un hilo; algunos establecimientos abrieron sus puertas pero regresaron a los niños; otros mantuvieron en las aulas a los chicos pero no sabían que hacer; preguntaron a las autoridades que tampoco sabían nada; cada quien actuó confiando simplemente en Dios.
Las calles de la ciudad recibieron una consistente menor cantidad de vehículos de todo tipo y los empresarios medianos, pequeños y grandes de la economía formal e informal, lamentaron la disminución increíble en sus transacciones comerciales; pero todos esperaron con ansias la información que permitiera saber que pasaba y pensar: “Bueno…por lo menos valió la pena”
Esa cantidad de naves aéreas, material y pertrechos bélicos terrestres y la inusual cantidad de elementos castrenses, policíacos y civiles, traían bajo el brazo siete órdenes de allanamiento para inmuebles de la ciudad, que se cumplieron a rajatablas; solo en uno de ellos localizaron a cinco personas con pinta de “zetas”, tres de ellos de origen mexicano que trasladaron a Guatemala, a reserva de determinar si han cometido delito alguno con pruebas suficientemente consistentes como para esperar en prisión el juicio legal que tendrán que sufrir; no tenemos conocimiento de que se incautara armamento poderoso como el que suele utilizar el narcotráfico para sus operaciones. No se deben tildar de delincuentes y criminales a quienes no se les ha condenado en un juicio legal.
Total: Queda en el ambiente la percepción de que ser mexicano en territorio guatemalteco, en estos momentos, es poco menos que un crimen; además, un juicio de valor sobre los resultados de este y otros operativos que se han realizado con la utilización de un monumental aparato militar, deberán efectuarlo expertos en la materia para determinar si no se ha tomado el camino equivocado.
Para preservar la calma y la tranquilidad de todo un pueblo en acciones contra el crimen organizado o la delincuencia común, deberán existir planes y estrategias diferentes con los que se obtengan los resultados esperados sin alarmar a medio mundo.
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