TRADICIONES VERANIEGAS HUEHUETECAS
En punto de discusión, muchas veces acalorada, se han convertido las tradiciones hermosas de las que una vez disfrutamos a plenitud para los días de la Semana Mayor aquí en la ciudad de Huehuetenango.
Trabajábamos duro hasta el Miércoles Santo por la tarde para “tener derecho” a participar y vivir la “serenata del Miércoles Santo” que sin duda, era la mejor de las dos (la otra, la del Día de los Santos), que recibían con mas amor que agradecimiento las bellas damas huehuetecas que esperaban en su casa, los cánticos románticos de la época que podrían prolongarse hasta que surgían las luces de un nuevo día…Sin querer y sin sentirlo ya era Jueves Santo y estábamos preparados para participar como “cargadores” o simples espectadores en las diversas procesiones de la remembranza de “la Vida, Pasión y Muerte de Jesús”.
Algunos, talvez los mas privilegiados, según la tradición católica popular, eran actores de la representación en vivo que anunciaba sus ensayos con el sonido característico de la trompeta que “llamaba” a los actores entusiastas de Minerva o El Calvario.
Desde el Miércoles Santo por la noche las calles de la ciudad estaban pletóricas de entusiastas y apasionados participantes que, al calor de unos cuantos tragos, “serenateaban”, pero que también con mucho respeto hacían lo que les correspondía dentro de las remembranzas cristianas: Elaboración de alfombras, pedir y comprar el turno para cargar o simplemente contribuir para que todo saliera bien…
Y el Sábado de “Gloria”, los niños sobre todo, a las nueve en punto de la mañana, al escuchar los repiques de las campanas de la Catedral, sabían que recibirían una buena tunda de parte de sus padres porque era “el secreto” para que desarrollaran y “crecieran”, tal la creencia de nuestros antecesores.
Pero la ansiedad de la mayoría de los jóvenes ese mismo Sábado de Gloria, luego del tradicional “Día de Campo”, se centraba en el espectacular baile al cual concurriría la muchachada, al Salón del Club de Tenis, al vetusto salón de la Sociedad de Artesanos “El Porvenir”, a los salones de “La Mazorca” o a las instalaciones de una pensión de la 4ª calle y 4ª avenida esquina, según la época de la que hablemos. Algunos bailamos, la misma noche, en varios de ellos como para llenar el alma de excelente compañía y música “deliciosa” de marimba pura. El Domingo de Resurrección, exhaustos y rendidos, aún teníamos tiempo para la última procesión y ritos religiosos católicos, preparándonos ya para re-iniciar la actividad laboral el “odiado” lunes de Pascua.
Los recuerdos que acumulamos miles de huehuetecos de nuestra Semana Santa, no se borraban tan fácilmente; habíamos hecho de todo aunque algunos solo hubiésemos protagonizado “el acto de presencia”, pero siempre nos sentimos “parte de…” Y por supuesto, habíamos compartido con cientos de visitantes del resto del País y amigos del Sureste de México.
El enorme impulso de las distintas sectas “cristianas” que fue “raleando” el catolicismo que perdió protagonismo por “el hacer” de algunos de sus ministros, entre otras muchas razones, fue decreciendo aquel entusiasmo de otros tiempos por participar en los actos litúrgicos; las tradiciones han pasado a un segundo plano y hasta “la serenata” se ha convertido en un relajo de equipos de sonido y comida en los alrededores del Parque Central; algunos de los “jovencitos” resultan ebrios y drogados otros, antes de que todo principie; difícil que quienes quieren conservar las tradiciones logren hacer algo ante la desorganización existente. Se necesita un “golpe de timón poderoso” que tenga la fuerza para volver al camino que nunca debió abandonarse ante el avance de lo material, de lo económico.
Será el enfrentamiento de la tradición (lo espiritual) y el consumismo voraz que todo lo arrasa (lo económico-material). El tiempo dirá quien puede más.
Si es lo espiritual, las nuevas generaciones vivirán una tradición hermosa digna de conservarse; si desafortunadamente triunfara el consumismo, desaparecerá la tradición y solo nos quedará la comida callejera, los equipos de sonido ensordecedores, el licor y las drogas. ¿Qué preferimos?.
La discusión acalorada sigue sobre la mesa.
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