lunes, 13 de abril de 2009

MEDITACIONES

De la historia reciente de nuestros sufridos pueblos, vamos aprendiendo que los procesos, diz que democráticos, que están vigentes actualmente porque dicen que es el mejor sistema que se conoce, adolece de una serie de falencias que dan al traste con la resobada “voluntad popular”.
Es cierto, en primer lugar, que en este sistema eleccionario, por lo menos el Presidente y Vice-Presidente de la República son electos luego de una segunda ronda de sufragios que los elevan al cargo con la dichosa mayoría relativa; esto es, el 50% mas uno de los votos de la ciudadanos empadronados que acudieron a la segunda vuelta; esto les da mas legitimidad para desempeñar los cargos populares.
No es el caso de los diputados, algunos de los cuales ocupan la curul, gracias a una cuestionada minoría que ha colocado en la poltrona congresil-muy similar a un mullido asiento dentro de la “dolce vita”-a verdaderos “casos” o cacos que no tienen ninguna representatividad o simplemente les “cayó el veinte” porque pertenecen a facciones repudiadas masivamente por la población en general pero que “entraron” por la famosa minoría. El porcentaje de votación que han recibido en el proceso electoral es francamente ridículo para ser representantes del pueblo.
En cuanto a alcaldes y corporaciones electas bajo el sistema actual, podemos afirmar que debiera significar un asunto de “prioridad nacional” para tratarlo en reformas urgentes dentro de la Ley electoral y de partidos políticos: No es posible que los municipios sean regidos por quienes, a duras penas, llegan “al poder” con un magro 16% de los sufragios recibidos; como está actualmente la norma tienen legalidad pero carecen de legitimidad y representatividad y esto debiera reformarse.
Esa misma falta de representatividad popular los hace entes repulsivos que se han granjeado la aversión popular con una facilidad asombrosa, por su inocultable voracidad para asuntos financieros tendientes a su propio enriquecimiento ilícito veloz; por su prepotencia y abuso, pretendiendo tener poder sobre bienes y personas y su tontera y error en la concepción de la verdadera autonomía municipal, que no será jamás la de hacer lo que les venga en gana, con olvido total de lo que ordena la norma jurídica superior por excelencia, la Constitución Política de la República.
Todo ello nos lleva a pensar que, con voluntad política, ética cívica y ciudadana y conceptos totalmente democráticos, en un futuro cercano, debiéramos establecer firmemente los principios de real representatividad de las personas electas por el pueblo y asegurar su operatividad permanente, no solo por medios ágiles de interrelación estrecha entre las masas y sus representantes, sino también a través de la revocabilidad de los mandatos de aquellos que defrauden la confianza popular e incumplan sus obligaciones, y de la exigencia ineludible de rendición periódica de cuentas de parte de los representantes a sus representados.
Dicho en palabras del eximio poeta y patriota cubano José Martí: “El gobierno es un encargo popular dado por el pueblo y a su satisfacción debe ejercerse; debe consultarse su voluntad, según sus aspiraciones, oír su voz necesitada, no volver nunca el poder recibido contra las confiadas manos que nos lo dieron, y que son únicas dueñas suyas”.
El día que apliquemos principios jurídicos electorales en donde aparezcan calcadas estas brevísimas sugerencias, ese día, Guatemala principiará una verdadera revolución democrática.

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