CONTINÚA EL DRAMA
El martes de la presente semana se ha escrito un nuevo capítulo en el drama que lamentablemente estamos viviendo en Huehuetenango: Danilo Angel y Rudy Gómez pretendieron adueñarse nuevamente de la Alcaldía Municipal y como era de esperarse (todos estábamos concientes de ello, menos los protagonistas), la reacción de sus opositores mas acérrimos, no se hizo esperar.
Por la nueva intentona de estas personas que se expresan con un cinismo que constriñe, que apabulla y que indigna, hemos vuelto a sufrir lanzamiento de todo tipo de proyectiles, incluyendo balazos de diferente calibre, destrucción de algunos muebles propiedad del pueblo pero que están en la Municipalidad, intoxicación a consecuencia de los gases lacrimógenos lanzados por los antimotines que, una vez mas han afectado a niños muy pequeños, algunos de ellos, criaturas de brazos y de 2 o 3 años, atendidos por la familia o en el interior de una ambulancia de los Bomberos Voluntarios.
A esto debemos agregar un elemento que pudo ocasionar un siniestro de consecuencias imprevisibles: Una granada de gas lacrimógeno, obviamente lanzada sin miramientos por los antimotines, penetró en un Almacén cuya estructura data del Siglo XIX (El Almacén de Doña Tecla viuda de Mérida) y que ocasionó un conato de incendio en el sector, probablemente por el calor del artefacto. Si los Bomberos no intervienen a tiempo, en este momento lamentaríamos la destrucción de mas de media manzana del centro de la ciudad de la misma antigüedad; el estallido de dos bombas lacrimógenas frente a la Sub-estación de la PNC en la 5ª avenida como a las siete de la noche, que dañó severamente a las personas que transitaban a pie o en vehículo por el sector, así como a los asistentes de una iglesia que está frente a la policía. A esa hora no había ningún incidente, pero seguramente quienes “celebraban” su actuación de momentos antes en las calles de la ciudad contra la población, dispusieron lanzar dos granadas mas como si fueran cohetes de vara.
Pero los señores a quienes con desgano mencionamos en el inicio de esta columna, no entienden los perjuicios mayúsculos que han ocasionado al pueblo en general, porque nunca en la historia de Huehuetenango, tan poca gente (tan solo dos personas pagadas de sí mismos), por intereses personales inconfesables y misteriosos, no quieren aceptar el rechazo que ellos mismos crearon en el espíritu de la mayoría de los vecinos, se aferran a “su hueso” y no lo sueltan aún a costa de la sangre del pueblo y las lágrimas de su propia familia.
Este Martes siniestro para el devenir histórico huehueteco, he vuelto a mi domicilio con el dolor de haber sido testigo presencial de los momentos mas difíciles vividos en el Parque Central de la ciudad; momentos de gritos de cólera y de angustia, del vuelo de proyectiles (piedras y trozos de banquetas) de un lado a otro, del estampido de armas de fuego de diferente calibre y por cierto, del empecinamiento de los encartados para mantener las mieles y privilegios que da el manejo de la Alcaldía, aún a costa del derramamiento de sangre del mismo pueblo.
Es el momento de recordar las sabias palabras de un líder político guatemalteco a quien arrebataron el triunfo electoral a la mala en 1,974, cuando le incitaban a encabezar un levantamiento popular que pretendería el reconocimiento de su victoria: “La Presidencia de la República no vale una sola de gota sangre de los guatemaltecos”; pero por lo visto aquí, la Alcaldía Municipal, desde la óptica de los ambiciosos, desesperados y ruines politiqueros criollos, bien vale un río de sangre de los huehuetecos aunque esta, provenga también, de niños inocentes.
También debo confesar mi profundo rechazo a las declaraciones cínicas escuchadas el martes, todas encaminadas a confundir, manipular y engañar a la población, porque además de aberrantes, pretenden insultar la inteligencia de los huehuetecos. ¡Si hasta nos vuelven a echar la culpa por la represión montada, como la vez anterior, por la Policía Antimotines!
Sin mencionar que las primeras declaraciones del día se dieron para lograr que inclinemos la cerviz y aceptemos a los mismos, con sus mismas mañas...
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