domingo, 20 de diciembre de 2009

DESTROZOS EN LA MUNI

“Ya no es tanto lo duro cuanto lo tupido”; tal es la expresión que se dice o se escucha cuando se golpea demasiadas veces sobre el mismo lugar ocasionando, obviamente, un dolor o malestar intenso.
Es el caso de la Municipalidad de Huehuetenango que, desde el año pasado, ha recibido de parte de vecinos descontentos, por esto o por aquello, agresiones (verbales en contra de los ediles que han estado o están detentando el poder) que poco a poco se han convertido en vandalismo simple o terrorismo doméstico.
Es cierto que el malestar que han generado las acciones de vecinos que jamás debieron llegar a esos puestos por su negligencia y escasa visión es demasiado grande porque los errores cometidos son monumentales, pero también es cierto que los edificios públicos, en este caso el “Palacio Municipal”, no son culpables de albergar en su interior a gente incapaz e ineficiente.
Es cierto también que la única forma de retomar el camino del progreso y del desarrollo en Huehuetenango pasa por la renuncia irrevocable de todos los electos en el proceso efectuado en el 2,007 y que ninguno de ellos quiere hacerlo porque ya se acostumbraron a los “beneficios” económicos que, sin hacer absolutamente nada positivo por la población, el puesto les reporta, ocasionando con sus escasísimas luces la desesperación del pueblo en general; pero también es un hecho que esa misma molestia popular que han generado, no debe desbordarse hasta el extremo de destruir lo que tanto ha costado al mismo pueblo.
Los actos de vandalismo no nos conducirán a nada bueno; estos meses, desde Marzo del año que corre, no han sido propicios para Huehuetenango porque se han sabido a nivel internacional, los enfrentamientos que el pueblo ha sufrido con los pelotones antimotines de la PNC y del Ejército en donde los paganos han sido, en su mayoría, los niños y personas de edad avanzada. Estos desbordamientos populares por las calles y avenidas céntricas de la ciudad, nos han puesto en evidencia ante el mundo entero; la “chamusquina” de la oficina “remodelada” a cambio de una erogación municipal de un cuarto de millón de quetzales para satisfacer las ínfulas de grandeza del alcalde electo, que la redujo prácticamente a cenizas, ha sido uno de los últimos clavos martillados sobre el ataúd de lo que otrora fue el prestigio de ciudad tranquila, pacífica y culta. Hoy, estamos considerados como bochincheros inclinados a resolver nuestros problemas a “cachimbazo” puro.
Insisto en que la codicia, la ambición, el desmesurado interés por embolsarse dinero sucio y mal habido, la enfermiza inclinación por detentar un poder político que no cuenta con respaldo popular y la falta de ética y de honorabilidad, nos han llevado a esta situación desesperada que puede orillarnos todavía a cosas peores.
Nos han polarizado y nos han rebajado a niveles nunca vistos. Por eso, los responsables deben irse, deben renunciar, deben dejar en paz al pueblo que no obstante, tiene que exigirles cuentas por la vía legal. Adentro o afuera, tienen que someterse al imperio de la ley.

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